La creación y operación del Sistema Nacional de Respuestas a Emergencias fue situado por el New York Times como centro de la evidencia de que el gobierno mexicano “aprendió” de las lecciones de ineficiencia ante catástrofes naturales anteriores.
El huracán Patricia, cuya pronosticada y potencial devastación por fortuna no coincidió con su histórica magnitud, le dio al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, y al conjunto de la sociedad que lo quiera reconocer, una muestra de capacidad de previsión, operación y gestión de la imagen del gobierno federal.
Todos ellos son elementos que no han sido registrados ni percibidos en varias otras catástrofes, especialmente las que involucran la violencia y las asociadas con la capacidad de resolver graves problemas sociales.
Para el gobierno de Peña Nieto diagnosticar, planificar y operar para enfrentar a Patricia es una bocanada de aire fresco en la congestionada imagen que del gobierno se tiene y que, no extrañamente, el propio gobierno parece tener de sí mismo: inhábil, contradictorio e ineficiente ante la dimensión de la problemática nacional y de frente a su propia oferta de gobierno mermada a pesar de las reformas estructurales y precisamente porque alrededor de ellas no existe una capacidad de implementación, de operación, que haga evidente la probabilidad de generar resultados consistentes y considerables antes de que concluya la gestión sexenal.
No existe algo que esperanzadoramente, para esta gestión, y por supuesto para el país, que ya comenzó a especular consistentemente sobre el 2018, pudiera ser concebido como un Sistema Nacional de Capacidades y Resultados que proveyera de la demostración de las primeras y de la contundencia de los segundos.
Nunca como antes tantos servidores públicos jóvenes o experimentados, bien preparados académicamente y en la experiencia, en general magníficamente pagados, acompañaron a un gobierno; nunca como ahora el caudal de recursos financieros y tecnológicos fueron puestos a disposición de una administración; al mismo tiempo, nunca como en estos últimos trece meses había sido percibida tan vulnerable la imagen presidencial respecto a sus capacidades para ser la articuladora de soluciones y de la definición de principios de orden compartibles.
Esta vez algo cambió. Patricia pareció querer a Enrique.
El meteoro tocó tierra y se desdibujó prontamente. Se disolvió sin daños mayores. Su cauda alcanzó a destruir algunas construcciones aisladas sin pérdida de vidas.
Hasta permitió que la estrategia de comunicación social pareciera también ella misma como parte de un muy bien diseñado mecanismo de coordinación claramente orientado hacia la eficiencia.
Que Patricia se haya ido es una buena noticia para Enrique y para todos. Él se mostró dispuesto y preparado todo el tiempo. Ojalá sea así para los huracanes que vienen. Los otros.