1.
No hay posverdad que valga. En los hechos, el mundo se desacelera y, salvo Estados Unidos por su rol de gran poder global, se encuentra al borde de una recesión general. En esta circunstancia, nuestro país tiene su mayor apuesta de estabilidad y crecimiento en la continuidad de la compleja interrelación económica y productiva de la región de América del Norte, es decir, con la eventual ratificación del Acuerdo Comercial entre los Estados Unidos, México y Canadá (USMCA o TMEC, según sus siglas en inglés o español).
2.
No obstante, siendo un acuerdo “entre el lobo y las ovejas”, la relación siempre asimétrica ahora lo es mucho más, por la práctica abiertamente injerencista de los Estados Unidos en los asuntos del socio más débil, que es México en este caso. Ya hemos visto cómo en materia comercial los manotazos con aranceles pusieron a los negociadores contra la pared para aceptar píldoras tóxicas. El caso es que la negociación fue presionada con aranceles al aluminio y el acero, al igual que a los paneles solares y el jitomate. Yendo por todo o nada, la parte sustancial del acuerdo se cerró con la imposición de una revisión sunset o de extinción cada cinco años en los dieciséis de vigencia; el establecimiento de topes a la producción de vehículos automotores; regulación del comercio electrónico y de la propiedad intelectual con preeminencia de los tribunales estadounidenses por sobre los paneles arbitrales; cuotas y ventanas estacionales para productos agrícolas y, por último, elevación del porcentaje de origen al 75% en donde el 65% debe provenir de actividades con salarios al menos de 16 dólares la hora.
3.
Por si esto fuera poco, también debió encararse otra etapa de negociación con el Congreso, en particular con la Cámara de Representantes dominada por los demócratas, quienes exigieron salvaguardas ambientales y laborales que no son poca cosa, porque su aplicación deberá asegurarse con paneles arbitrales pero también con agregados acreditados en la embajada que podrán realizar supervisión sobre todo de índole laboral. Esto que se ha considerado es la “letra chiquita” del acuerdo, no lo es tanto, pues supone darle la espada de Damocles arancelaria al gobierno estadounidense, adicto a ejercer presión sobre el gobierno mexicano para obligarle a aceptar prácticas posiblemente contrarias a la soberanía o la integridad nacional.
4.
Sucedió, por ejemplo, en materia de migración. El presidente Trump amenazó a México con imponer aranceles crecientes empezando en 5% y que podrían llegar hasta el 25%, si tras un cierto periodo no se reducían o desaparecían las caravanas de migrantes centroamericanos, lo que ya sucedió tras el despliegue de 27 mil elementos de la Guardia Nacional y quizá otros tantos del Ejército y agentes migratorios, observándose la reducción neta del número de migrantes en tránsito por nuestro país, algo que el presidente Trump suele celebrar en sus discursos. En los hechos, estamos pagando el muro que se construye en la frontera norte, el cual ya dejamos de protestar como algo que divide y estigmatiza a los pueblos. Respecto de las organizaciones criminales del narco, el amago de considerarlas organizaciones terroristas puso la política de seguridad a revisión con exigencias para ir más allá, siendo lord Vader García Luna el botón de muestra.
5.
Con Estados Unidos no hay letra chiquita. No la necesitan, pues al establecer en sus leyes de implementación la incorporación de agregados laborales, éstos procederán conforme a sus prácticas, como lo hicieron en el comercio, la migración o el narcotráfico, realizando una certificación so pena de imposición de aranceles para doblegar a México. Lo dicho, estamos tan lejos de Dios y tan cerca del lobo, siempre dispuesto a devorar a las ovejas al menor descuido.
P.S. Albricias para que el año bien concluya y el próximo sea mejor. Nos vemos el próximo 9 de enero.