1. En los Estados Unidos, el nuevo gobierno ha tenido un accidentado arranque y las draconianas medidas que ha buscado implementar en su agenda de odio y amenazas le han generado una gran oposición interna como abierto rechazo internacional, al grado que la sombra del “Impeachment” o destitución recorre ese país cada vez con más fuerza.
Pudiera decirse que se trata de un buen deseo de quienes nos sentimos agraviados con las malas artes del racismo, la xenofobia, ignorancia y odios del inquilino de la Casa Blanca, pero tras un mes de mandato ha logrado que un gran caos se apodere de Washington al tiempo que acumula la desconfianza del resto del mundo.
2. Los arrebatos y desplantes no le dan a Trump el soporte suficiente para superar la tempestad creada con sus errores: la crisis de seguridad por su relación oculta con Rusia (la renuncia del asesor de seguridad nacional, Michael Flynn es sólo la punta del iceberg en la gravedad del tema), los desafíos a Alemania y China, los reveses en las nominaciones al Gabinete (el nominado para el Departamento del Trabajo debió retirarse y la titular de Educación debió desempatar con el voto del Vicepresidente Pence) además de las sospechas de conflicto de interés (el caso de Kellyanne Conway promoviendo los productos de Ivanka Trump o ella encabezando reuniones de trabajo con Canadá) sumado a su permanente desencuentro con la prensa y el choque con el venerable Poder Judicial que debió enmendarle un decreto antimusulmán, tienen al mundo simplemente en vilo.
3. Estos treinta días de Trump han vuelto nostálgico a Washington por los recuerdos de Watergate, los hechos de espionaje que obligaron a la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974 por haber mentido sobre la intrusión ilegal de colaboradores en la sede del Partido Demócrata; en aquella ocasión por mucho menos de lo que ha sido revelado en la conexión rusa dimitió el presidente Nixon, lo que muestra la posibilidad de encausamiento al presidente Trump. Los republicanos no arriesgarían tan pronto el enjuiciamiento del Presidente, pero subsiste el temor de que alguna otra revelación o error sustancial en el manejo de los delicados hilos de las relaciones globales les obliguen a considerar la medida.
4. La revista Time y otros medios caracterizan la situación como de “caos” en la Casa Blanca; si lo que se ha visto es el preludio, se preguntan si los Estados Unidos podrán resistirlo, dado que Trump golpea a sus aliados y amenaza a todos los demás, afectando la dirección y las relaciones políticas y comerciales del país que debe inspirar confianza y respaldo en el mundo libre.
Quienes piensan que entrará en cordura no tardan en ir por la respuesta. Ha vuelto a decir, amenazante, que los Estados Unidos se preparan para la paz desde una posición de fuerza, es decir, conforme a la estrategia militar de Bismarck al buscar la paz en la capacidad para la guerra. O que las llamadas “duras” a mandatarios aliados no fueron importantes y hasta construirá el muro a mejor precio, “como todas las cosas que hace por el Gobierno”.
5. ¿Cómo pudo suceder esto? Ojalá aprendamos y pensemos mejor las cosas a la hora de traducir el malhumor social al renovar el gobierno mexicano en poco más de un año. Por lo pronto, no hay luna de miel con el presidente Trump; el desgaste apenas inicia y no es claro si el país, los mercados o los aliados históricos de los Estados Unidos habrán de aguantar la incertidumbre, la volatilidad política y ese movimiento desglobalizador en que los está metiendo la agresiva nueva política norteamericana. Si Trump se fuera asumiría el cargo el vicepresidente Mike Pence, un jugador mejor entrenado para esa fatídica “House of Cards” en que se ha tornado la Casa Blanca.