- Hace algunos meses, el semanario inglés The Economist señaló que López Obrador podría ganar, y si lo hacía, el país “se embarcará en un peligroso experimento político”, que es impulsado, paradójicamente, por las circunstancias y por todos los demás. Se ha caído en una situación correspondiente a la “profecía autocumplida”, en la que el temor a que gane alimenta, precisamente, las posibilidades de que lo haga.
- En este sentido, el candidato del PRI a la Presidencia, quienquiera que resulte entre los posibles, estará afectado por la asociación inevitable con el desempeño del gobierno, sometido al más bajo índice de popularidad de que se tenga memoria.
La candidata más visible del PAN, Margarita Zavala, popular pero no necesariamente elegible en su partido, no ha logrado diferenciarse de su marido, Felipe Calderón, responsable de la ola de violencia provocada por “la declaración de guerra contra el crimen” que sacara al Ejército de los cuarteles, situación que se ha prolongado hasta nuestros días. En la izquierda, el PRD tiene escaso apoyo, cada vez más desfalleciente. Y el daño inflingido por los Estados Unidos de Trump a una economía de magro crecimiento también jugaría por los momios de López Obrador. Mientas más castigado el ingreso de los mexicanos, mejor para la captura del descontento que realiza Morena.
- En todo esto, el blindaje del proverbial señor López es bastante grueso. El semanario británico destaca que carece de respeto por las instituciones –son recientes los desvaríos contra la Marina y el Ejército--, pero que ha moderado su discurso, lo que no garantiza que se moderaría en una eventual Presidencia. En los cortes a junio recién publicados, las encuestas muestran que los negativos de López son del orden del 10% no obstante las constantes vinculaciones con actos de corrupción o con grupos criminales que surgen en su entorno.
Los posibles contrincantes de López Obrador, finalmente el enemigo a vencer, están imposibilitados por ellos mismos o por sus partidos; por la disciplina debida al interior del partido y equipo gobernante y, en el caso de Margarita Zavala, por el historial de su marido, el ex presidente Felipe Calderón.
- El análisis de The Economist es profundo. De un lado, considera que el paso de Andrés Manuel por el gobierno de la Ciudad de México no fue lesivo como hubiera de esperarse de un líder populista, es decir, reproduce esa visión de que una vez en el poder, su gobierno podría no ser tan malo. También, que su falta de respeto por las instituciones lo hace un líder impredecible, voluntarista y autoritario.
“A medida que se aproxima la tercera carrera presidencial a sus 63 años, está tratando de ser menos divisivo”. Ha apoyado al gobierno de Peña en algunos puntos polémicos, como la decisión de no ir a Estados Unidos en enero pasado. Ha sido más amigable con los negocios, ya no piensa que todos los ricos son malos. De ahí que algunos empresarios, quizá más de los que se cree, están dispuestos a darle una oportunidad. Lo cierto es que hoy el señor López ve más presidenciable que hace seis o doce años.
- Muchos otros ven en su actuar la amenaza de un populista carismático que castiga la empresa, debilita a las instituciones y haría retroceder las reformas. Los más preocupados lo ven como una versión mexicana de Hugo Chávez o del tirano Maduro, quienes hundieron la economía y ahora la democracia venezolana.
Pocos dudan que López Obrador sea el puntero que, en una elección a una vuelta, podría ganar con tan sólo el 30% de los votos. Si no vuelve a ser él mismo su peor enemigo al creer que ya ganó lo que aún no ha ganado, podría superar los temores y actuar distinto para dejar de ser el peligroso experimento del que nos han advertido.