1.
Buscando serenar a los mercados, el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, presentó los trazos de lo que habrá de ser el Presupuesto para 2019, en el que, en general, dice, los ingresos alcanzarán para cubrir los egresos.
Carlos Urzúa y Gerardo Esquivel, los nominados para comandar la Secretaría de Hacienda, habían señalado ya que el presupuesto implicaría una cifra global de 5.68 billones de pesos, prácticamente lo mismo que en 2018 más inflación real esperada (es decir, seis por ciento). Empero, veían problemas para acomodar todo lo que se quiere, desde el recorte de impuestos en la frontera cuantificado por lo bajo en un menoscabo de 40 mil millones de pesos, la menor perspectiva de crecimiento (si acaso 2.1% como prevén los organismos multilaterales más/menos lo que acumule la desconfianza que se está generando) y la inflación/depreciación de la moneda, coctel indisoluble que podría situarse en el referido 6% anual, la primera contra 19.50 pesos por dólar, la segunda, en inevitable merma de ingresos públicos.
2.
Por el lado del gasto, el pago del servicio de la deuda pública llegaría a 730 mil millones de pesos, cifra superior a las participaciones a estados y municipios, y muy superior al remanente para inversión en infraestructura, que se estaría situado en unos 400 mil millones. Podrán tenerse menores erogaciones por servicios personales y reducción de 70% de las plazas de la alta burocracia (500 mil millones de pesos) y un incuantificable ahorro por no-corrupción, al menos de 10% en el total de compras públicas, pero no se han considerado en estas cifras el monto de indemnizaciones y liquidaciones por despidos o contratos no cumplidos, como tampoco el costo del desdoblamiento de las dependencias hacia ciudades del interior. El Presidente electo destaca que se mantendrá el equilibrio macroeconómico y no se generará deuda. Empero, tan sólo por incremento de las tasas de interés, cada cuarto de punto de la tasa de la FED le cuesta al país entre 25 y 30 mil millones de pesos, sin contar el impacto en la economía real de mayores tasas por montos equivalentes (el dinero cuesta más y los precios registran ese traspaso de costos).
3.
También incluye el Plan de Bienestar, estimado en unos 450 mil millones de pesos para otorgar mayores pensiones a adultos mayores (duplicarlas, prometió), becas a jóvenes estudiantes y apoyos al programa de jóvenes aprendices, además de la incorporación de los otros apoyos sociales de la Ciudad de México.
Habrá obras de infraestructura (el aeropuerto en Santa Lucía, el Tren Maya); la refinería de Dos Bocas, caminos de concreto en Oaxaca y Chiapas, un millón de vaquillas, un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables que dará hasta para ofrecer empleo a los migrantes centroamericanos, concluir el tren Ciudad de México-Toluca, otro a Querétaro, el tren transístmico Salina Cruz-Coatzacoalcos… inclusive ayudar a Quintana Roo con el problema del sargazo.
4.
Ello considera el costo de la estrategia de seguridad del nuevo gobierno, que cuadriculará el país en 260 distritos dotados con efectivos coordinados ejército-policía federal-nuevas fuerzas de seguridad entre 300 a 600 efectivos por retícula; se cubrirán todos los pagos obligatorios y gastos fijos, coparticipaciones a estados y municipios, partidas para empresas productivas del estado como la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex) y las aportaciones a pensiones y seguridad social. Los combustibles tampoco tendrán saltos de precio (gasolinazos).
5.
En fin, presupuesto es destino y las expectativas son muy altas. Un shock o un hit es lo que se avecina. Se propone casi el paraíso, pero sin que nadie se enoje, es obligado señalar que de buenas intenciones sigue empedrado el camino del infierno.