TLCAN, diplomacia y temperamento

20 de Abril de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

TLCAN, diplomacia y temperamento

luis m cruz

1.

La semana pasada trascendió en círculos diplomáticos la posibilidad de una reunión entre los presidentes Trump y Peña Nieto al tiempo que se realizaba el séptimo round de la negociación TLCAN. La posibilidad era insólita, dada la agenda antimexicana sostenida por el mandatario estadounidense que una y otra vez sale a relucir en sus constantes confrontaciones con los demócratas, a quienes quiere intercambiar medidas de alivio migratorio como el DACA por fondos para construir el muro o que lo pague México.

Previamente, los presidentes hablaron telefónicamente para ofrecer mutuas condolencias por los acontecimientos del tiroteo en Parkland y el accidente del helicóptero en Jamiltepec, Oaxaca, respectivamente, en un entorno de escepticismo sobre la oportunidad y pertinencia de realizar el encuentro en esos días en que estaría celebrándose el séptimo round de la compleja renegociación del TLCAN, pero también cuando diversos expertos en seguridad de Estados Unidos alertaron sobre un eventual triunfo de Andrés Manuel López Obrador, un populista como Trump, pero no por ello afín a los intereses estratégicos estadounidenses que lo que menos desearían es tener un vecino alienado a la manera venezolana.

2.

En el ámbito interno mexicano existieron preocupaciones sobre la pertinencia de realizar esta reunión, conocidos los modales del presidente Trump; por ello se decía tal como sucedió, que si algún tuit saliera mal, los presidentes no podrían convenir en una reunión para mostrar que la relación bilateral podría mejorar. Los analistas mexicanos consideraron que si hubiera el mínimo atisbo de una descortesía o maltrato para el presidente mexicano, no debiera arriesgarse a visitar Washington; ante la posibilidad de que hubiera una solución al principal tema de la agenda bilateral, que es el futuro del TLCAN, entonces la visita cobraba atractivo para la política nacional.

3.

A cambio, el presidente estadounidense estaría regresando al presidente Peña el favor recibido durante los comicios estadounidense, cuando le hizo verse presidenciable al recibirlo en Los Pinos. Pero nada de esto sucedió. Nuevamente estalló el temperamento visceral e iracundo de Trump cuando algo le contraría, tan bien reseñado en el libro Fire and Fury de Michael Wolff y volvió a hacer uno de sus berrinches tronando ahora contra todos los migrantes a quienes llamaría “víboras traicioneras” que sólo el muro en la frontera sur podría contener.

4.

En esas condiciones, era materialmente imposible realizar una reunión de nivel presidencial. Para cualquiera de los dos sería el suicidio: renunciar al muro emblemático para Trump ante sus electores, como para el presidente mexicano exponerse a una ronda de descortesías de su homólogo estadounidense. La agenda que los mandatarios pretenderían abordar formalmente incluye seguridad, comercio y migración; era posible que pudieran anunciar los acuerdos alcanzables en varios capítulos del TLCAN, pero nada del muro que pasaría a ser un asunto de política interna de Estados Unidos, algo que de suceder podría tomarse como aire fresco para el gobierno mexicano, puesto contra la pared por prácticamente todas las encuestas, con bajo hándicap de popularidad presidencial.

5.

No había, no hay manera de conciliar un ardid diplomático para mejorar la relación bilateral en el nivel presidencial en una relación tan asimétrica como la que se ha planteado desde la Casa Blanca. La cancillería mexicana no puede ni debe exponer nuevamente la dignidad nacional a una vejación tan aberrante como esa. Mejor será asumir que los presidentes Trump y Peña no habrán de reunirse como no sea en foros multilaterales y que el TLCAN todavía tardará un poco más.