Capitalismo estilo Disney

25 de Abril de 2024

Mauricio Gonzalez Lara

Capitalismo estilo Disney

mauricio gonzalez lara

“Todos los animales salen de noche”, piensa Travis Bickle (Robert De Niro) mientras recorre las calles peligrosas de Times Square en Taxi Driver, la cinta de Martin Scorsese, estrenada en 1976. En ese entonces, como nos recuerda ahora The Deuce, la nueva serie de David Simon (The Wire) transmitida por HBO, el corazón de Manhattan era un bloque donde los “cines de arte” cohabitaban con salas pornográficas, venta de drogas, bares y toda clase de animales nocturnos. Nada que ver, claro, con la trampa de turistas en la que hoy se ha convertido esa zona de Nueva York, donde la turbulencia urbana ha sido sustituida por espectáculos familiares, franquicias y atracciones estériles. ¿Es mejor el Times Square actual que el de los 70? En Walt Disney´s Taxi Driver, cortometraje realizado en 2012, el artista Brian Boyce retoma un pasaje clave de la obra —la parte donde Bickle lleva a Betsy (Cybill Shepherd) a una sala de cine porno— y sustituye a los animales descritos por De Niro con criaturas de películas animadas de Disney. La “reversión” de Boyce es radical: las marquesinas ya no anuncian espectáculos para adultos, sino películas como La dama y el vagabundo y otros clásicos animados; los cines no proyectan sexo, sino cartones clásicos de Mickey Mouse, y las prostitutas y malvivientes han sido desplazados por Maléfica y los enanos de Blanca Nieves, entre otras princesas y creaciones. Times Square está libre de escoria, pero nuevos monstruos han ocupado el lugar de los viejos animales. Estos seres se presentan como “decentes” y “valiosos”, pero su objetivo es similar al de los antiguos habitantes de Manhattan: crear un estado de enajenación donde el visitante pueda olvidar sus problemas a cambio de la mayor cantidad de dinero posible. Los nuevos monstruos no son humanos como los drogadictos y trabajadoras sexuales que los precedían, sino “toons” e imágenes diseñadas por computadora que nunca reclaman fatiga mientras son explotadas por la corporación a la que pertenecen. Todo esto viene a colación por el anuncio en torno a la compra de varios activos de 21st Century Fox por parte de The Walt Disney Company. El acuerdo alcanza los 52 mil 400 millones de dólares. Con la adquisición, Disney se hace de más de 300 canales de televisión, decenas de series, y varias franquicias cinematográficas. El acuerdo excluye los canales de noticias y las emisoras locales de Fox. La compra está sujeta aún a examen por parte de las autoridades. Hace algunas décadas, la compañía del ratón era vista como un centro de poder cultural conservador, adverso a la inclusión y proclive a fomentar valores un tanto caducos en épocas de cambio. Disney en 2017 es una corporación muy distinta. Basta observar las películas que dominan actualmente la taquilla mundial —Coco y la entrega más reciente de la saga de Star Wars— para certificar que, por lo menos en el discurso, el capitalismo de Disney condena las distinciones raciales y de género: todos tienen cabida en mundo Disney, menos los escépticos que se niegan a ver las virtudes del emporio (como aquellos periodistas del LA Times que fueron expulsados temporalmente de las funciones de prensa por negarse a extender críticas positivas de los filmes de la compañía). Se dice que Bob Iger, el CEO de Disney, cuenta con ambiciones políticas y buscará postularse eventualmente a la presidencia de su país. El liderazgo de Iger es distinto al de Trump: mientras que el segundo buscar aislar a Estados Unidos en una burbuja de crecimiento nativista, el hoy capitán de Disney intentaría ser el primer líder de un capitalismo global que, en teoría, se antoja más suave e incluyente. La pregunta, claro, es si el mundo realmente desea parecerse a Disneylandia.