Pez totoaba une a mafias chinas con Cártel del Pacífico

16 de Abril de 2024

Pez totoaba une a mafias chinas con Cártel del Pacífico

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Una modalidad de crimen organizado que utiliza nuevas técnicas para la captura de esta especie marina, con las mismas rutas del tráfico de drogas

jonathanjnd@ejecentral.com.mx

Se consolida en México en un producto que, por su alto costo en el mercado clandestino asiático, se le denominó la “cocaína acuática”,
sin que las autoridades mexicanas atiendan el fenómeno

Hace tres meses, el 6 de julio, en el aeropuerto de Tijuana, Baja California, seis maletas procedentes de un vuelo de la Ciudad México con destino a la ciudad de Shanghái, China, se quedaron sin dueño. El equipaje sin reclamar contenía ocultos 375 buches (o vejigas) del pez totoaba. Según las autoridades, esos más de 26.4 kilogramos de esta especie endémica del Alto Golfo de California, que aseguraron casualmente las autoridades, tenían un valor de venta en el mercado negro de por lo menos 370 mil dólares.

›El atractivo precio de este producto, revelan los informes más recientes, ha provocado que las organizaciones criminales, especialmente el Cártel del Pacífico esté ya involucrado en las operaciones de recolección y venta de un pez en peligro de extinción.

En varias partes de Asia el totoaba es considerado un obsequio de gran ostentación o una extraordinaria inversión financiera. Su valor se estima en el doble del costo de la cocaína.

Decomiso. La imagen, tomada en 2014, muestra algunas vejigas incautadas del pez.

Por eso recibió el mote de “cocaína acuática”, debido al elevado valor que tiene en los mercados ilegales, pues el kilogramo de la vejiga natatoria de este pez mexicano supera los ocho mil 500 dólares. Tiene varios usos, desde artefacto de colección, dote, regalo e incluso, pese a carecer de validez científica, en la medicina oriental tradicional es considerado como antídoto auxiliar en el tratamiento de diversas enfermedades.

Bajas condenas

De acuerdo con el Código Penal Federal, cualquier actividad vinculada con el tráfico, captura, posesión, transporte y acopio de partes y derivados de las especies protegidas —como lo es el pez totoaba macdonaldi, también conocido como corvina blanca o cabicucho por la NOM-059-SEMARNAT-2010—, está penalizado como delito federal y se sanciona con una condena de uno a nueve años de prisión y una multa que va de los 300 a los tres mil días de la unidad de medida y actualización vigente. “Los altos beneficios y los bajos riesgos asociados con el tráfico de totoaba han atraído la atención de grupos criminales que operan en Baja California y Sonora, cerca del Golfo. Estas redes criminales han aprovechado la confusión y el descontento generados por las regulaciones federales de pesca, a menudo poco claras, para salvar la vaquita marina”, advierte el informe titulado Enganchado: Cómo la demanda de un pescado protegido alinea los bolsillos de los cárteles mexicanos y hunde el futuro de una especie amenazada de marsopa. El estudio elaborado y publicado en agosto de este año por la organización C4ADS, avocada al análisis de datos sobre conflictos globales y temas de seguridad transnacional, advierte que los grupos del crimen organizado mexicanos han incursionado fuertemente en el tráfico clandestino de vejigas de este pez, empleando “mejores técnicas” para evitar su detección. Según una publicación de Greenpeace México de febrero de 2015 sobre la “turbulenta relación entre la totoaba y la vaquita”, el riesgo de extinción de la vaquita marina se deriva en gran medida por la comunicación de nido que ambas especies comparten, debido a que la vaquita o chochito es amenazada y muere al quedar cautiva en las redes de pesca que pretenden capturar a otras especies, como es el caso de la totoaba.

El Robin Hood de Santa Clara

Samuel Gallardo Castro alias El Samy es un claro ejemplo de cómo el negocio del contrabando del totoaba ha ido en crecimiento durante los últimos años. Luego de engrosar las filas del Cártel de Pacífico, El Samy encontró una mejor manera para obtener recursos a partir del comercio de esta especie, al figurar como líder de la Cooperativa Pesquera Alto Golfo. Aquí, Gallardo fue capaz de posicionarse como uno de los principales beneficiarios de la incipiente venta del pez asiático. Su popularidad, no obstante a su bajo perfil, en la comunidad de Santa Clara lo proyectó como un hombre generoso por varios lugareños calificado como El Robín Hood de Santa Clara, porque distribuía “equitativamente” la recolección de alimentos a los trabajadores, pese a la mala pesca que había por temporadas.

Costos. México ha incautado más de cuatro mil vejigas de totoaba, valuadas en 300 millones de pesos mexicanos (casi 16.8 millones de dólares), del 2000 a la fecha.

La versión oficial señala que Samuel Gallardo fue asesinado por varios disparos cuando caminaba por la playa, acompañado por su familia, el 1 de junio de 2014, tras una deuda cercana a un millón de dólares, a causa del envío de totoaba. Lo ocurrido fue relatado por David Guadalupe Fonseca, El Palomares, quien mes y medio después del crimen confesó, supuestamente de forma voluntaria, ser el autor de la muerte de Samuel Gallardo Castro, debido a la deuda que se derivó de un cargamento de buche de totoaba que él entregó a El Samy, quien según el autoinculpado, mantenía relaciones comerciales directamente con clientes de origen japonés y coreano en su calidad de dueño de la cooperativa Alto Golfo.

Por tierra es mejor

Con base en el análisis de C4ADS, el creciente tráfico de la vejiga de pez con los traficantes de la región de Baja California, particularmente los cercanos al Golfo, han encontrado mejores opciones para el trasiego de este producto debido a que existen sólo algunas carreteras principales que conectan las ciudades importantes en la área y los aeropuertos, aunado a que el uso de medios como el “tráfico aéreo” resulta más costoso y de mayor complejidad para los operadores de vejigas frescas. Fue a partir de la década de 2010 cuando revivió el negocio de la venta clandestina de vejigas de pez totoaba, al consolidarse como un fenómeno que, según indica el informe, no se evidencia como una “pesca oportunista de un pequeño subgrupo de pescadores locales”, sino más bien una nueva modalidad de crimen organizado sofisticado. “Los datos de las incautaciones de totoaba reflejan esta dependencia de los sistemas de autopistas conectando Puertecitos a San Felipe; San Felipe a Ensenada, Tijuana y Mexicali; y el Golfo de Santa Clara a San Luis Río Colorado y Mexicali (…) Desde el año 2013, los métodos de tráfico de totoaba en México se han ido desplazando paulatinamente hacia técnicas, en gran medida en respuesta a la creciente presión de demanda. Convulsiones en Baja California y Sonora revelan algunos de los métodos utilizados para contrabandear totoaba en este paso de la cadena de suministro, e insinúan la evolución del modus operandi del tráfico totoaba”, advierte el informe. Según el reporte de C4ADS, además de la latente amenaza que representa a la conservación de la especie de totoaba y de la vaquita marina, la problemática ha tomado un sentido de seguridad nacional debido a las ganancias del crimen organizado en sus actividades ilícitas. La incursión de las redes de estos cárteles “señaló el inicio de un periodo de volatilidad e inseguridad en la región, pues los cabecillas criminales se disputaron el control del negocio de totoaba en los pueblos y ciudades costeros, y los pescadores criminales comenzaron a usar a sus colegas, funcionarios de gobierno, como pantalla de humo para su actividad ilegal”. En consecuencia, añade el reporte, los grupos del crimen organizado “han consolidado su dominio en el negocio de totoaba en el Golfo, corrompiendo a los funcionarios que se interponen en su camino”, aun los que han resistido la influencia corruptora de los narcotraficantes que atemorizan a la comunidad local para que no delate sus operaciones. Ante este escenario, asegura el documento, tanto las autoridades mexicanas como asiáticas han sido omisas en implementar “una acción de control pronta y decisiva” para abatir el comercio ilegal del pez.

Aún hay esperanza

El pasado 25 de agosto, Guillermo Haro Bélchez, titular de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), reconoció que había posibilidad de quitarle al pez totoaba la clasificación de especie en peligro de extinción y comenzar su comercialización.

Haro Bélchez señaló que, de confirmarse, a través de los estudios poblacionales que se hicieron del animal en el Alto Golfo de California, se podría determinar si hay abundancia de la especie para impulsar una política de mayor aprovechamiento y una eventual liberalización para su comercialización.