¿Qué sigue después de la evaluación docente?

19 de Abril de 2024

Vicente Amador

¿Qué sigue después de la evaluación docente?

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«Donde hay educación no hay distinción de clases» Confucio

En las últimas semanas conocimos los resultados de la evaluación aplicada a los profesores de nuestro país. Cifras más, cifras menos, la mitad de los maestros no cuentan con las competencias requeridas para la práctica docente. Al respecto, lo que me sorprende es que nos sorprenda. ¿A poco hemos visto una realidad distinta a la arrojada por las evaluaciones?

El escenario no mejora en el caso de los estudiantes. Los resultados de la prueba Planea, que por primera ocasión se realiza en sustitución de ENLACE, mostró que la mayoría de los alumnos de educación media superior cuentan con conocimientos deficientes en matemáticas, lenguaje y expresión oral. Y aunque con mejores calificaciones, las escuelas privadas también mantienen bajos rendimientos.

¿Por qué esperamos manzanas si las últimas décadas recogimos limones? Sabemos que muchos colaboradores del magisterio no cuentan con la formación ni con la vocación. Un buen número de ellos navegan en el barco educativo como resultado del fracaso en otras actividades profesionales, enquistados en escuelas porque les heredaron la plaza.

Otro segmento importante de profesores están en todos lados, menos en los centros académicos: marchando, haciendo grilla, buscando huesos en el sindicato o inventándose licencias para no laborar en el aula. Por supuesto, también existe la otra mitad; buenos y esforzados maestros que, aún sin capacitación, dejan la vida sacando adelante a sus alumnos, hasta con recursos propios.

Aunque los profesores juegan un papel determinante, el problema educativo en México va más allá de los recursos humanos. Hay que ver la infraestructura, o más bien la falta de infraestructura de muchas escuelas públicas —principalmente las rurales— para advertir la distancia que nos separa del ideal pedagógico: centros sin luz, agua, drenaje, pupitres improvisados, techos de viejas láminas. Ni gises ni pizarrones, pues.

Mucho se ha discutido la evaluación docente. Cuantiosas marchas entorpecen el tráfico de las principales ciudades del país. Gritos, sombrerazos, dimes y diretes. Con todo, ya se evaluó a un buen número de profesores. ¿Y después de la evaluación, qué? Ya conocemos las necesidades de infraestructura, de formación docente, ¿y luego?

Si no queremos que la más importante de las reformas, la educativa, quede en la radiografía de lo que falta por hacer, y nada más, el siguiente gran paso son las alternativas de solución: ¿a cuántas y a cuáles escuelas se les dotará de la infraestructura necesaria? ¿Cuál es la infraestructura que requiere la educación del México que nos proponemos? ¿Qué tipo de programas de capacitación tendrán los docentes? ¿Cuáles son los esquemas de desarrollo laboral dentro del magisterio? ¿Cómo se trabajará con los padres de los alumnos? Y, la pregunta de los 64 mil, ¿cuáles son los cambios de fondo en los sistemas pedagógicos que permitan una educación formadora de mayores competencias en los alumnos, acorde a las exigencias del tercer milenio? Aún hay mucho andar.