Dos largas semanas más

24 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Dos largas semanas más

Le Clercq

Estamos a dos semanas de que termine una campaña electoral eterna. La reforma electoral que buscaba recortar los tiempos de campaña a sólo 90 días ha fracasado y nos ha llevado a un escenario en donde si sumamos las precampañas, llevamos prácticamente ocho meses de contienda electoral.

Nos quedan casi 15 días que estarán marcados por los intentos del gobierno y su candidato por destruir a Anaya. No podía terminar peor la contienda electoral. El gobierno que ha sido incapaz de construir una investigación creíble sobre el caso Ayotzinapa y que quedó pasmado ante el asesinato de más de un centenar de funcionarios públicos y candidatos, define como prioridad usar en forma facciosa a la PGR sacar a sus rivales de la contienda.

Ante el descrédito del presidente y el fracaso de la candidatura de Meade, de su absoluta incapacidad para transmitir algún mensaje o generar empatía, la estrategia del PRI se reduce a llevar a su candidato artificialmente al segundo lugar, aunque sea con trampas, uso faccioso de las instituciones y encuestas amañadas. Una vez ahí, piensan que es posible revertir el abismo que los separa de López Obrador.

El resultado del tercer debate, a pesar de todos los dimes y diretes que observamos el martes, difícilmente cambiará las tendencias y luce muy complicado que Anaya o Meade puedan reducir en sólo 15 días una distancia que no han logrado acortar desde diciembre.

La estrategia de los candidatos difícilmente cambiará en la recta final. López Obrador no tiene que arriesgar y sus objetivos se reducen a consolidar una imagen de gobernante y a garantizar presencia de sus seguidores en la mayoría de las casillas posible para evitar la operación de los mapaches priistas.

Anaya y Meade quedarán atrapados en un juego de suma cero. Una vez que el PRI ha decidido jugar la carta judicial contra Anaya y que este respondiera con la amenaza de una comisión que investigue a Peña Nieto, ninguno de los dos puede dar marcha atrás. Para Meade su estrategia de producir la percepción de ser un candidato con posibilidades y con ello evitar una derrota histórica para su partido, pasa por mandar al aspirante panista al tercer lugar. Para Anaya, la campaña parece reducirse a un mero acto de supervivencia, evitar que la derrota se traduzca en una noche de cuchillos largos en su partido y que la persecución de la PGR destruya su vida personal.

Si añadimos el Mundial, los candidatos que se disputan el segundo lugar difícilmente van a conectar con los votantes indecisos estas últimas semanas o hacer cambiar de opinión a quienes se decantan por Morena. Las tendencias nos dicen que sólo un fraude monumental puede evitar el triunfo de López Obrador. Los aprendices de brujo de un sexenio fracasado, arrogantes a pesar de su incompetencia, no tienen empacho en incendiar el país con tal de quedarse con la Presidencia. ¿Entenderán que el horno no está para bollos y que esta vez no tienen las mismas condiciones para repetir lo que hicieron el año pasado en el estado de México? ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar Peña Nieto y el PRI para no perder?

En medio de todo esto y luego de tres debates y largos meses de campaña, nos quedamos con propuestas muy pobres frente al tamaño de los retos nacionales. Una competencia de generalidades y ocurrencias cuando la crisis de violencia, las desigualdades sociales y la fragilidad de la economía exigían visión de Estado. Ojalá que después del 1 de julio el ganador comprenda su responsabilidad y convierta la transición de gobierno en una oportunidad para construir una agenda de gobierno relevante.