Un legado corrupto

20 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Un legado corrupto

le clercq

@ja_leclercq

Las declaraciones recientes del Presidente y de algunos de sus colaboradores revelan que a pesar de la cascada de conflictos de interés y escándalos sobre uso indebido de recursos públicos, la visión del gobierno es la misma y que no se mueven un ápice de su narrativa política. Ni aprenden ni olvidan, pero menos aún entienden.

En octubre nos regalaron una verdadera joya en el arte de escurrir el bulto. “A cualquier cosa que ocurra hoy en día es por la corrupción”, señaló didácticamente el Presidente, “Casi casi si hay un choque acá en la esquina… ahhh, fue la corrupción. Algo pasó con el semáforo. ‘¿Quién compró el semáforo que no funcionaba?’. Ehhhhh. hemos tenido los ejemplos de socavones. Pues, a ver, pasan en todas las partes del mundo. Uno señalado. Pero ha habido varios más. Y ahora vimos estos sismos. Y detrás de cada evento quieren encontrar un responsable, un culpable, y siempre decir ‘es la corrupción’, cuando no siempre asiste el que detrás de un evento, consecuencia de algo, tenga que ver la corrupción”.

Unos días después, la titular de la Secretaría de la Función Pública, institución que ha oscilado entre la irrelevancia y la infamia este sexenio, precisó que el tema es añejo pero que se maximiza por culpa de la redes sociales: “La corrupción viene de décadas atrás y ahora se hace más notoria la percepción por motivo de todas las redes sociales, y que sí nos ayudan mucho y pueden ser un detonante importante, también en ocasiones, desvirtúan un poco la realidad”. Lo único relevante en esta declaración, es que la funcionaria reconoce públicamente que la corrupción moderna tiene origen en el uso y abuso del poder de quienes gobernaron “décadas atrás”.

Ahora el vocero presidencial profundiza el diagnóstico oficial y durante una entrevista se queja que “está de moda echarle la culpa al gobierno de todo lo que sucede”. “Ya chole con sus quejas”, ataca de nuevo.

El discurso es el mismo una y otra vez, sólo ligeras variaciones en fraseo y tono. Nuestras autoridades asumen que la corrupción es producto del imaginario colectivo y no resultado de la conducta criminal que fomenta o tolera el saqueo voraz de los recursos públicos. Poco importan los casos Duarte y anexos, Odebrecht, las irregularidades del socavón express, el líder sindical con 15 millones de dólares en un paraíso fiscal. Para el gobierno con la credibilidad más baja de nuestra historia reciente, el problema somos los ciudadanos y nuestra cultura de la queja, la incapacidad para reconocer al peñanietismo en toda su grandeza y, por supuesto, esa falta de disposición para aplaudir. Las cosas buenas cuentan, las corrupciones se descuentan.

La avalancha de ilegalidades y abusos de autoridad reportadas por los medios y los datos de los reportes especializados nos dicen otra cosa, que a pesar de que la corrupción ha tenido históricamente una relación simbiótica con el poder en México, hoy vivimos la edad de oro para los corruptos. Si algo hay que reconocer, es que lograron extender el saqueo hasta niveles inimaginables anteriormente. Y más allá de la queja o la percepción, esa corrupción impune, junto con la violencia desbordada, endeudamiento público irresponsable y la erosión de nuestras instituciones, representan el verdadero legado de este sexenio.