Ana de Antígona

19 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Ana de Antígona

Me llamo Ana, tengo 21 años, soy de Sinaloa, pero trabajo en la Ciudad de México en tecnología cívica. Sí, soy activista, feminista, dicen algunos, como si eso me descalificara de antemano. Nunca pensé que esto me pudiera suceder a mí que siempre he sido tan activa en la defensa y derechos de las minorías.

En resumen y para hacer la historia corta: fuimos a un concurso de oratoria (a eso se dedica él), me sentó en las primeras filas, luego llegaron los dueños de un importante periódico y sus asistentes, quienes me pidieron que me moviera de lugar. Para tomarle fotos y poder grabarlo me quedé de pie en las escaleras, porque nunca me indicaron en qué otra butaca podía sentarme.

En casa estábamos discutiendo por algo del concurso. Siéntate aquí, en la cama, me dijo. ¿Qué te pareció?, me preguntó. “No me sentí cómoda cuando me levantaron de mi lugar”, contesté.

—¿Eres pendeja?, ¿qué querías que hicieran? No eres millonaria ni oradora…

—¡Pues tú me sentaste ahí. Cambiar al mundo requiere más que discursos; necesitamos acción y política y no sólo blah, blah, blah

Hubo unos segundos de silencio a los que siguió un golpe seco con la mano abierta, una cachetada común y corriente.

Viví y vi todo en cámara lenta y tras el golpe escuché un eco, como en las películas. Estoy confundida. Esto no me puede pasar a mí. Sucede en el mundo, pero no puede pasarme a mí, nunca, que soy activista feminista. Después del golpe, me senté en la cama. Él lloró a mi lado y me rogó que lo perdonara. Hasta se hincó. Tengo dos opciones: dejarlo en este momento o hacerlo poco a poco. El riesgo lo siento en la piel. Me vibra. Entonces, encontré una salida en la segunda opción y las elecciones presidenciales fueron una estupenda excusa porque para votar, necesitaba regresar a mi tierra. Después de aquello, me llamaba a diario para pelear y discutir. Siguió buscándome. ¿Qué haces tanto tiempo? ¿Con quién pasas tanto rato?, entre otras preguntas similares. El juez dice que es violación equiparada, pues al pedirle que usara condón decía que respetaba mi voluntad cuando, al final, me engañaba y se lo quitaba. No cumplió mis deseos ni respetó mi decisión.

Llegué del aeropuerto. Compré una prueba de embarazo. Salió positiva. No quiero que nada me relacione con nadie que me golpeé y abuse de mi confianza. Busqué apoyo en un chat de mujeres en WhatsApp. Se organizaron, me hicieron una cita con un primer ultrasonido para comprobar los días de gestación y una cita a la semana siguiente para realizar un procedimiento.

Serrano me dice que no quiere tener hijos porque no está listo. Anteriormente tuvo otra relación en la que él pidió matrimonio, pero aquella no se quiso casar de última hora. Y yo, la activista, creía que me daría cuenta de cualquier cosa violenta que me sucediera en una relación, pero todo avanza poco a poco hasta que, meses después, comencé a sentirme rara y fui a terapia. Ahí me di cuenta de que estaba atrapada en situación de dependencia violenta.

Regresé a la ciudad, pero él no me apoyará si no es bajo sus términos. Era miércoles. Me amenazó, pero con apoyo de las amigas del chat, decidí seguir adelante. Solidaridad de género ante este tipo de gente que no debe volver a gobernarnos ni golpearnos ni mandarnos. Nunca ni una más. Jamás.