El agente infiltrado Fonseca y Lima III

25 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El agente infiltrado Fonseca y Lima III

Reporta el agente Fonseca y Lima, que camino a su oficina y meditando sobre si debía informar –o no– de su nuevo descubrimiento a sus superiores,

se vio obligado a entrar a una cafetería en la Zona Rosa, donde fue al baño con suma urgencia por movimientos intestinales anormales. Creyó que era más tarde por todo lo vivido y por el pesado agotamiento que experimentaba, pero aún no era ni media noche.

Reporta el agente Fonseca y Lima que contra su voluntad y estando sentado en el trono de porcelana y leyendo diversos mensajes buscando amores frugales pintados en las paredes, fue cuando le llegó una especie de epifanía, de una revelación sinigual: en la caseta de al lado escuchó que entraba una pareja homosexual y de inmediato, reconoció la voz de uno de los hombres vestidos de paisano que en el centro comercial, coordinaron el asalto de la elegante dama. ¿Cómo podía escuchar apenas unas palabras entrecortadas y jadeantes y reconocer esa dicción tan particular? Entrenamiento policiaco –y sobre todo, la edad.

Reporta el agente Fonseca y Lima que al lavarse las manos, más por interés policiaco que por higiene, se percató por el espejo, que mientras los enamorados hacían lo suyo, de la puerta de la caseta colgaba un elegante saco de vestir (lo cual es una seña de la subcultura gay para invitar a desconocidos, a sostener relaciones frugales) del cual se asomaba un tapabocas.

Reporta el agente Fonseca y Lima que cuando el sospechoso comenzó a gritar terriblemente, salió del lugar con discreción y que sentado en la barra, ordenó un “paquete universitario” de café con molletes, pero la bebida sabía peor que el de los elementos policíacos novatos en guardia nocturna, y eso le causó cierta taquicardia, por lo que lo intercambió por una cerveza. No había llegado el platillo cuando el individuo salió del lugar con descaro. Reporta Fonseca y Lima que dejó un billete en el mostrador y decidió seguirle con suma precaución, pues de ser descubierto, no sólo arruinaría su carrera completa, sino que caería sobre él la deshonra y algunos cargos criminales advertidos por sus mandos superiores.

Reporta el agente Fonseca y Lima que el individuo se introdujo en un edificio de gobierno local cercano y que cuando llegó a recepción, fue rápidamente interceptado por algunos guardias, uno de ellos –definitivamente el jefe– era el joven rapado con barba de candado que disfrazado de organillero, había realizado el limpísimo asalto donde le robó a la elegante dama, un portafolios estilo laptop, en Santa Fe.

¿En que podemos servirle?, le preguntó. Nada, venía con Víctor, reporta que dijo el agente, el primer nombre que se le ocurrió. Ante una expresión de hastío del joven rapado con barba de candado, el cuerpo de seguridad se replegó con cierto desagrado y después, cuando estuvieron solos, el recepcionista, con cierto coqueteo, le indicó: “no te preocupes, cariño, no puedes entrar, pero él te llamará”.

Reporta el Agente Pedro Fonseca y Lima que además de sentirse incómodo, sintió una terrible sospecha cuando salió del lobby del edificio, pues en las marquesinas observó que ahí mismo se encontraban los headquarters de la empresa de inteligencia y espionaje norteamericana donde trabaja la elegante dama con la que hacía apenas unas horas, había tenido coito desenfrenado.