El agente infiltrado Fonseca y Lima V

19 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El agente infiltrado Fonseca y Lima V

Reporta el agente infiltrado Pedro Fonseca y Lima, nuevo adscrito a Seguridad Pública del oriente de la ciudad, que se despertó totalmente desorientado y con un fuerte dolor de cabeza. Había sudado tanto, que el cuello de su camisa lo sentía fresco, pero sumamente empapado. La habitación, reporta, no era la usual de hotel de paso donde solían terminar sus fantasías de beodo.

¿Había estado soñándolo todo? ¿Se trataba de una muy mala borrachera y su cruda? Sí, se convenció.

Pero unos minutos después se dio cuenta que no sentía una resaca tradicional y que aquélla era una habitación extraña hasta para él, agente —de vez en cuando— muy borracho y que había conocido lo peor de los submundos. Estaba en un área pequeña, blindada y el ambiente se respiraba a cálida humedad subterránea, reporta. Por ello, no se sorprendió cuando se percató que estaba en una habitación controlada y con cámaras de vigilancia.

Reporta el agente Fonseca y Lima que aunque no hizo ruido alguno desde que recobró el conocimiento, a los pocos minutos entraron al lugar algunas personas cuya identidad no pudo descifrar, para ofrecerle de comer barbacoa, tratarlo bien e incluso, ofrecerle su cerveza favorita bien muerta en medio de aquel infernal calor.

Algo no andaba bien, reporta el agente Fonseca y Lima, aunque se tranquilizó, porque si lo hubieran querido fallecido, hubiese despertado en el infierno donde la opción de esa cerveza —que sí aceptó— no habría ni existido. Así que, infirió, algo se tramaban con su existencia. Ojalá y no quieran torturarme, reporta que pensó, porque no le pagaba el gobierno lo suficiente (ahora menos, que recién le habían quitado sus beneficios en seguro de gastos médicos) para que no soltara la sopa completa: no tenía una putísima idea de qué había descubierto y a sus jefes en Seguridad Pública de la ciudad, les importaba lo mismo que una rata: ellos prefieren hacerse de la vista gorda, mientras los roedores no contagien de rabia a nadie que les importe.

¿La elegante dama con quien tuvo relaciones y que está contratada por una empresa internacional especializada en espionaje, dónde quedó? Es casi seguro que tenga algo que ver con sus vecinos, aquellos ladrones dirigidos por el homosexual elegantemente vestido de paisano, su jefe de plaza que es un hombre rapado y barbado y hasta el guardia de entrada al edificio que comparten. ¿La estarán espiando y por eso la cercanía física ¿Escucharán a través de sus paredes? ¿Sabrán hasta cuándo va al baño?
—Agente Fonseca y Lima —le dijo una voz conocida—, no sé si me recuerde, pero Dios me guarde, yo sí que lo recuerdo a usted.
—¿Teniente Marduk? —preguntó sorprendido.
—¿Cómo estás, agente Fonseca y Lima? Mucho tiempo sin verte.
—¿Eres de la banda de ladrones? —preguntó asustado.

El agente Fonseca y Lima reporta que su antiguo jefe en comando entrenador no era parte de la banda de los cubrebocas y que decidió, por convicción personal, ayudarles, pues le comentaron que sus superiores los habían “congelado” al igual que a él mismo, porque de casualidad, habían dado con una organización internacional sumamente poderosa, que al parecer, intentarían asesinar al presidente de México…

Parte I

Parte II

Parte III

Parte IV