El Presidente y su candidato

19 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El Presidente y su candidato

1 zolliker

Acaba de llegar de jugar golf. No sólo es una actividad que disfruta, sino que es el momento de la semana, en que mejor se desenvuelve. Alguien, alguna vez, le dijo que Venustiano Carranza usaba lentes obscuros todo el tiempo, para evitar que le adivinaran qué miraba o que pensaba. A él, le sirve el campo de golf para lo mismo.

Al jugar golf, por ejemplo, convive con la gente más influyente del sector político o empresarial. Se fija en sus modales, en cómo tratan a la gente y en cómo los demás, los tratan a ellos; verifica si hacen trampa con el score —y si es una trampa burda o inteligente—, si beben y cuánto beben (no le importa que beban, pero no tolera que nadie beba en exceso en público ni mucho menos, que “pierda el estilo”), y un sinnúmero de etcéteras en los que siempre está más pendiente que en su propio juego.

Total, que después de un largo y agotador juego, pidió a sus acompañantes que lo dejaran permanecer en la casa, solo con sus pensamientos (ya tenía arreglado que sus invitados permanecieran en suites privadas en un hotel cercano). Y no fue cuestión de descortesía, sino un asunto de rituales y de que ese día —justo ese día porque es fiel creyente de las cábalas—, tenía que tomar una decisión fundamental: quién sería su candidato oficial.

Algo adolorido, se sentó en la cómoda terraza de la casa, mirando hacia la alberca, y ordenó su tradicional vodka, con mucho hielo para el calor. En la mesilla de al lado, tenía un montón de expedientes, encuestas, estudios, recomendaciones. Hacía una semana, había reunido a todos los gobernadores de su partido, y después de comer, les pidió que anotaran en un papel, a quien apoyarían ellos como candidato.

¿Consultar a las bases? ¡Bah! Sabe que eso no es necesario en su país. Con que los empresarios y las cúpulas de poder estén de acuerdo, “los demás se alinean, o se achingan”, repetía en privado, tal y como se lo dijo uno de sus mentores políticos desde hace años.

Después de revisar los documentos, los votos de las élites, las cartas de los empresarios y de uno que otro embajador, solicitó otro vodka. Él habría preferido a otro candidato, la verdad. Porque se sabe incomprendido en su sexenio y está convencido que la historia lo absolverá y le dará el justo peso que se merece en los anales de la historia de hombres ilustres de su país. Y para ello, habría sido mejor nombrar a su mayor confidente y hombre más fiel, pero solamente dos gobernadores lo mencionaron.

También pensó en el secretario de Gobernación, a quien por meses las encuestas lo han puesto en lo más alto de la tabla, pero se ha dado cuenta de que cuenta con muchos puntos negativos igual que su principal oponente: los dos, son queridos por algunos muy fieles, cuasi fanáticos, pero son odiados por mucha más gente. Y si esa gente se organiza y sale a votar, ambos se quedarán lejos de la victoria.

Tendrá que elegir entonces al que las élites quieren, al que tiene pocas animadversiones. Poca gente se lo esperará, pero como los lobos, hará lo que sea necesario para que su grupo sobreviva, cueste lo que cueste, y para eso, necesita ser sagaz, irse con el más honesto y confiable, incluso independiente. Hasta está pensando en ponerlo como candidato de una alianza con un logotipo también, independiente. Ya verá. Mira su reloj, son pasadas las tres de la mañana. “Por favor, cítenme a comer mañana a los cinco” ordenó. “Sí, señor Presidente. ¿Algún motivo en especial?” Y aquél, hermético como siempre y disfrutando el ritual, les contestó con sequedad: prepárenme la cama que ya es tarde.