Miedo al gobierno

19 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Miedo al gobierno

js zolliker

¡Pinche joto! —le gritó justo antes de darle una bofetada limpia, clara, de efecto expansivo y ardiente. El reportero intentó comprender lo que sucedía, sentado en el suelo, con la cabeza gacha, desorientado, aterrado a consecuencia de lo que sucedía. Los ojos de su agresor estaban enrojecidos, mirándolo hacia abajo, como a punto de estallarles por estar hinchados de esa rabia incontrolable que gozan quienes están acostumbrados a infundir terror.

—Si rajas, con ésta– le dijo amenazante, prepotente, mostrándole la mano con la que recién le había castigado el rostro— te juro que te abro por la mitad— le aseguró mientras le hacía un ademán amenazante de destajarlo por las tripas, como quien está acostumbrado a trabajar en un matadero.

Segundos más tarde, se puso de pie como pudo, sólo para encontrar que ya no había nadie a su alrededor. La calle quedó silenciosa, sin testigos y sin rastro alguno de la media docena de oficiales que lo agredieron. No supo cómo y por qué fue que comenzó su cuerpo a recibir los cobardes golpes y patadas, pero en ese instante, más que querer averiguar nada, su atención se centró en encontrar a tientas, el teléfono celular que hacía unos minutos le habían arrebatado para que no pudiera pedir auxilio.

Urgencias, recostado en una camilla, luz de la que no hace sombras, policontundido, heridas, pensando en el bebé que está por llegar, esguince cervical, vísceras sin peligro grave aparente. Sedación, intravenosas. Traumatismo craneoencefálico, Glasgow adecuado. Sin fatalidad. Consulta abierta a urgencias, fíjese que no le dé vómito, si es así, regresa de inmediato. Medicamento, más consultas, revisión de evolución y rehabilitación física. Corrió con suerte. Es de los pocos que pueden contarla. En México, cuando un grupo que se supone administra el poder de la fuerza, se ensaña con un periodista, lo hace sin medida y sin escrúpulos.

Todo comenzó cuando escribió en contra del nuevo régimen. Cuestionó sus métodos, su confusión de conceptos, su miopía económica (aumentar el gasto no se traduce en crecimiento), su falta de autocrítica, su total mediocridad en la implementación de políticas públicas que fueron prometidas durante la campaña. “Pareciera que tampoco han entendido que no han comprendido nada, a pesar del apabullante triunfo que lograron. Una buena campaña no hace un buen gobierno”, concluyó. Un día después, a un par de cuadras de su oficina, lo estaba esperando un retén, con más de dos docenas de oficiales. ¿Qué haces por aquí, pinche jotito? “Perdone, señor oficial, sólo voy camino a mi oficina”, les contestó. Con-que-jodidas-obstruyendo-la-justicia. ¿Eres pendejo? ¿Cómo te atreves a agarrarla contra el gobierno?

¡Toma, pinche joto! Golpe en seco por la espalda. Al piso y de bruces. Nadie que haga ni diga nada. Patadas, insultos, sentirse acabado, ver a la muerte de reojo, gas pimienta y sentir que no puede respirar. No lo matan y entonces entiende que se trata de una única advertencia. ¡Pinche joto! ¡Si rajas, con ésta, te lo entierro!

Esta es nuestra diaria realidad novelada: miedo al gobierno, porque todos pueden ser malandrines con charola, extorsionadores uniformados de burócratas, enterradores con título honorario del régimen, ladrones con cargos públicos, maleantes y taimados, abusadores del poder. Sin importar nada, pueden hacernos cualquier cosa, si no tienen contrapesos. Si a eso se atreven los gobiernos contra aquel que tiene la capacidad de denunciarlo públicamente, ¿qué no podrían hacer contra el ciudadano común como tú y como yo?