Por las jacarandas

19 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Por las jacarandas

Estimada Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la CDMX

Don Miguel Torruco, secretario de Turismo:

El turismo es, después de las divisas y de la exportación de autos, nuestra principal fuente de ingresos nacional. Y quienes más probabilidades tienen de captar este ingreso son la Ciudad de México y nuestras hermosas playas.

Y sí, lo sé. He insistido por años, pero seguiré en lo mismo: nuestra hermosa Ciudad de México tiene el privilegio de ver la primavera anunciada con paisajes bellísimos que se pintan violáceos por el florecimiento de las jacarandas. Lo mismo son arbustos o grandes árboles de hasta 30 metros que nos dotan no sólo de una visión seductora, sino de un aroma dulce y alegre; un perfume desenvuelto que arrastran las corrientes de aire de las plácidas tardes soleadas. Sí, las jacarandas nos embriagan de vida la vista y el olfato, que en compañía del viento, nos hacen llover esas pequeñas flores en un paisaje sin igual.

Poco antes de que en México nos viéramos enredados en la revolución, en el mundo surgió el “Movimiento para embellecer las Ciudades”, para contrarrestar la sobreurbanización (@andreslajous) y vitalizar los espacios públicos de las urbes con alta densidad poblacional, como en Chicago, que en pocos años se había llenado de edificios, vecindades y viviendas compactas y saturadas.

Con dicho Beautification Movement de urbanización y movilidad, se dieron cuenta los que gobernaban, que se podía dignificar la vida de las personas al contar con espacios públicos estéticos, bien cuidados y donde las familias pudieran compartir y distraerse al aire libre. Curiosamente, se percataron además, que el contar con dichos espacios, disminuían los delitos. Y es que no podemos negar que con espacios públicos espléndidos y utilizables, se mejora la calidad de vida. Algo que por décadas se descuidó en México.

Y las jacarandas nos dan un poco de esa belleza tan necesaria en nuestra metrópoli. No por nada, el general Cárdenas –según el historiador Enrique Krauze– mandó plantar cientos de ellas, “porque le daban alegría y elegancia a la ciudad”. Y Salvador Novo, en su poema Florido Laude, escribía “la jacaranda […] que inmola alfombras tenues a los pasos románticos”. Por su parte, Alberto Ruy-Sánchez dice en YouTube: “la jacaranda acentúa la vida, hace levantar la vista, descubrirla esplendorosa y fugaz. Por su flor, hasta los otros árboles se vuelven más presentes y cada humano recupera, tal vez, una dimensión de sensibilidad perdida”.

Entonces, disculpen que insista –de nuevo– en mi pública propuesta: se podría seleccionar una zona grande en la Ciudad de México, un lugar para sembrar cientos de jacarandas trazando un trayecto, tal y como los japoneses lo llevan haciendo desde hace siglos, con los cerezos y el ya famoso Cherry Blossom, que Paco Ignacio Taibo calificaba como “tapetes floreados que son una alegría de paisaje en que uno quisiera poder levitar, porque da pena pisarlas”.

Según The Fiscal Times,

el Cherry Blossom le deja a la ciudad de Washington, D.C. casi 150 millones de dólares en turismo directo (falta considerar la derrama indirecta) en menos de tres semanas, por la gente que viaja a ver los cerezos florecer. Se estima que esto deja hasta doce veces más a Japón. ¿Por qué entonces no hacer de las jacarandas de la CDMX un festival y una industria turística también? Bienvenida la creación de belleza, trabajos y flujos económicos. Creo.