Cuento de Navidad

23 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Cuento de Navidad

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Al fondo de la cabaña cruje la chimenea, mientras pequeñas chispas –cual hadas mágicas que al estornudar iluminan la noche– revolotean por doquier dibujando una estela de cálido olor a madera. Entre risillas divertidas, el viejo y respetado político levanta la vista de los recortes de noticias raras que colecciona y que tanto le divierten y su mirada se dirige a la ventana principal de la cabaña. Está nevando. No podría ser mejor.

“Roban bebé pingüino”. Las autoridades sanitarias temen que el móvil haya sido su utilización como regalo de Navidad.

“Mujer con obesidad mórbida deberá hacerse estudio en zoológico”. Jennifer Walters, de 185 kilos, tiene tal magnitud que no cabe en ningún aparato de resonancia magnética humana.

Por ello los médicos sugirieron fuera traslada al zoológico de Nueva York que cuenta con un aparato similar diseñado para diagnóstico de hipopótamos. Riendo, se levanta de la rústica mesa donde tiene desplegado todo ese conjunto de recortes de diarios acumulados durante el año, y se sirve una copa de Calvado que decanta y bebe solamente en esta noche.

Disfruta el aroma, el sabor seco con notas de manzana que acompaña con queso ahumado y jamón de jabugo. Ama su dejo acastañado. También ama sus notas raras. Y es sólo hoy que junta las del año por concluir, las reúne y archiva en cajas apiladas con las de años anteriores. Goza esta actividad de sobremanera.

Sí, es cierto. Lo suyo es un pasatiempo poco común, especialmente para alguien tan poderoso y adinerado. Por eso nadie sabe de su gusto solitario y extraño.

Esta tradición lleva muchos años ejecutándola en secreto y al pie de la letra. Comenzó cuando tenía treinta y tantos años y ahora, con miles de cajas en bodega, es un hombre mayor, de trajes caros, cirugias faciales e implantes de dientes y pelo. Aunque con el tiempo su imagen pública se ha vuelto solemne, eso no ha sucedido con su sentido del humor que en privado, más bien, se ha agilizado y afilado. Es así como cada año pasa la víspera navideña recordando y leyendo recortes de noticias y riendo a carcajadas abiertas hasta que se duerme algo alcoholizado.

”Roban de museo los famosos zapatos rojos de Dorothy”. El par de zapatos rojos que Judy Garland utilizara en la cinta del Mago de Oz fueron robados de un museo en Minnesota. Esta nota la separa de las demás. Luego, con cierta melancolía que no le dura mucho tiempo, piensa en que sería bueno tener un perro para cuando no quiera ver a su hija y yerno o a su esposa de tantos años.

El aire huele a campo y el frío respirar que entra a sus pulmones junto con el humo de su habano lo hacen sentirse renovado. Siempre este ritual lo pone de buen humor. Hubo ocasiones en las que hasta de la risa se ha orinado.

“Esposo infiel, delatado por el loro de su mujer” Las infidelidades de un hombre quedaron al descubierto cuando el loro de su esposa imitó su voz cuando la pareja sostenía relaciones sexuales. El loro imitó un “oh, si, Norma, así me gusta” , y Carmen, la esposa, se percató que el loro se refería a la secretaria de su esposo.

Esta es la forma en que él se hace su Noche Buena. Sólo por que así lo ha decidido. Trabaja todo el año coleccionando asuntos nimios y cómicos que concluyen en el éxtasis de la risa. Y así le gusta celebrar estas fechas. No con el ánimo depredador de las compras, sino con la risa. Algo tan simple y único, tan personal e íntimo como la risa.

Desde que tomó la decisión no piensa en un regalo ideal ni se decepciona al observar que lo cambian por otra cosa.

No tiene que poner cara de sorpresa ni de agrado al recibir artículos que nunca compraría. No se endeuda, no sufre la cuesta de enero, no debe dinero.

Tampoco asiste a centros comerciales ni hace kilométricas filas. No se mete en el calor ni en el bullicio. No se obliga a comer pavo ni ningún otro platillo que en realidad nunca ha apreciado. No escucha jingles, ni plegarias, ni da ni recibe abrazos. No tiene que tolerar a aquellos miembros de la familia cuya compañía no gusta demasiado. No compra arbolito, ni tiene que barrer las esferas que se cayeron y rompieron, ni revisa las luces intermitentes, como tampoco hace corajes por los miles de foquitos del vecino.

Él, en Noche Buena, no lidia ni con tontos ni con favores, y no tiene que ceder al estacional sentimentalismo. Él no consume chocolates. No se indigesta, no sufre del tráfico en esta época. Ni si quiera tiene que oler de cerca el ambulantaje. No canta ni rompe piñatas, no asiste a posadas.

No tiene que sostener superfluas charlas de los acontecimientos recientes que parece se llevan a cabo más por demostrar que se está informado que por escuchar otros puntos de vista. Tampoco sufre ni aguanta los falsos motivos o reflexiones catárticas lacrimosas.

Ni AMLO con sus pejedadas, ni EPN con las suyas, ni Trump, ni Siria. Nada. A él, en Navidad sólo le cae bien la risa.

Es lo único que ha decidido para estas fechas. Porque él es un hombre que decide estas fechas para estar absolutamente sólo con su recortes de periódico: sus queridas notas raras.

Este año celebra con un pequeño regalo que se ha hecho a sí mismo: un par de zapatillas rojas con las que ha decidido engalanar su pies.

J.S. Zolliker le roba a la realidad una licencia para novelar diversas situaciones, muchas veces cómicas y otras tantas agrias, violentas y crudas.