Redeployment

23 de Abril de 2024

Luis Alfredo Pérez

Redeployment

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¿Recuerda usted aquella fantástica imagen, George W. Bush encima de un portaaviones, detrás un letrero que decía “Misión Cumplida”?

Estábamos en el primero de mayo del 2003; el portaaviones, por cierto, navegaba aguas de California. Apenas habían transcurrido seis semanas desde el comienzo de la invasión a Iraq. Lo que vino después del triunfalismo de Bush fue una sangría de soldados estadounidenses mutilados y muertos, además de centenares de miles de víctimas iraquíes, asesinados por la fuerza de ocupación o por la guerra civil que se desató tras el vacío de poder que dejó Saddam, y que dura ya once años.

De todo eso se ha ido sabiendo poco a poco, a pesar de que la Casa Blanca se ha esforzado por ocultarlo.

Como suele suceder, una de las mejores herramientas para comprender y no olvidar el horror que ha causado esta guerra son las obras de ficción. Una de las más notables es “Redeployment”, un libro de cuentos escrito por Phil Klay, publicado en marzo del año pasado, y ganador en noviembre del Premio Nacional de Literatura Estadounidense.

Su génesis habla de las claves de la literatura: tradición, oficio, interés por comprender, deseos de plasmar. Klay participó en la guerra de Iraq pero sólo durante trece meses, y como Public Affairs Officer, un puesto administrativo. Él mismo valora su periplo como tibio: no vio acción en combate, y su vida no corrió nunca peligro inminente.

Antes de que comenzara su servicio, sin embargo, uno de sus profesores de literatura lo hizo leer a los grandes novelistas de la guerra: Tolstoi, Hemingway, Isaac Babel y David Jones. Poco antes de terminar su período de servicio vio llegar al hospital de campaña a soldados con heridas horrendas. Y de vuelta en Estados Unidos comenzó a entrevistarse con veteranos y a leer testimonios y reportajes sobre la guerra de Iraq.

Poco a poco fue escribiendo los doce relatos que conforman su libro. Todos están narrados en primera persona, y cada uno de ellos por una persona con un papel y una experiencia diferente en la guerra.

Poderosa literatura, que permite percibir y sintetizar lo que otros viven. Klay cree que una guerra puede verse desde muchas perspectivas, y que los recuentos no sólo no tienen por qué coincidir, sino que lo natural es que la experiencia de un participante choque con la de otro. La importancia de escribir sobre la guerra, añade, consiste en abrir el debate sobre lo que sucedió. Algo de extrema importancia para los veteranos que volvieron a Estados Unidos para encontrar a una sociedad desconectada de la guerra, que no se enteraba de que estaba enviando soldados a morir y aceptaba sin más los clichés que su Gobierno le endilgaba.

Estos días, en los que las caricaturas de Mahoma enloquecen a los islamistas radicales y Corea del Norte pierde los papeles por una película llena de chistoretes que dan pena ajena, muchos artistas de Estados Unidos y Europa se preguntan si el arte aún es capaz de causar inquietud y molestia a sus gobernantes y poderosos, o si lo que hacen se ha convertido simplemente en una mercancía más.

En este contexto, acabo de leer una interesante reflexión de Kurt Vonnegut, el autor de “Slaughterhouse-5”. En un encuentro con sus colegas en el ya lejano 1973 afirmó que la ficción es inofensiva, y que la guerra de Vietnam lo demostró: “Prácticamente todos los escritores de ficción americanos estuvimos en contra de nuestra participación en esa guerra civil. Todos hicimos alboroto en contra durante años y años con novelas y poemas y cuentos. Dejamos caer en nuestra complaciente sociedad el equivalente literario de una bomba de hidrógeno. Ahora”, añadió, “les reportaré a ustedes el poder de esa bomba. Tuvo la fuerza explosiva de un pastel muy grande de crema de plátano […] dejado caer desde diez metros de altura o más.”

Quizá tiene razón. Y quizá es un problema más antiguo de lo que los artistas creen. Que se sepa, “Guerra y Paz” no impidió ninguna guerra en Rusia, y “Por quien doblan las campanas” no evitó la Segunda Guerra Mundial. Está claro también que “Redeployment” no hará que George W. Bush y Dick Chenney sean acusados de crímenes contra la Humanidad.

Pero me resisto a pensar que escribir ––y leer–– sobre las guerras no tiene sentido. Algo en nuestras sociedades sería aún más pobre e inhumano si no tuviéramos libros que dejen constancia del horror que los seres humanos somos capaces de crear.

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