Autoengaño

20 de Abril de 2024

Rebeca Pal

Autoengaño

Rebeca-Pal-OK

Nos han enseñado que las mentiras y el autoengaño son incorrectos, pero lo que nadie nos dice es que han formado parte de nuestras capacidades superiores desarrolladas por la evolución, es decir, nos han ayudado a sobrevivir. La diferencia que hay en ambas, es que la persona que miente es consciente de que no dice la verdad, pero en el autoengaño es diferente, la persona acepta una falsa realidad sin ser consciente de ello. Voy a ser más específica y me centraré en el autoengaño. Tiene dos funciones: nos permite engañar a los demás para poder ser aceptados, manipular y socializar en un entorno (inteligencia social), y para conservar nuestra autoestima (que tiene que ver con la evitación). Sí, aunque no lo creamos, el autoengaño es una forma de evitación, pura y dura. El autoengaño podemos verlo como un parche que la evolución creo, para hacernos capaces de afrontar situaciones externas que dañan nuestro núcleo, ya que como especie humana no hemos evolucionado a la misma velocidad que la sociedad en la que vivimos. Sólo basta mirar cómo algunas personas mayores se escandalizan con las nuevas generaciones.

¿Qué evitamos?

Todo aquello que nos lastima, y si no podemos evitarlo, nos protegemos creando patologías. Por ejemplo: Cuando la preocupación se vuelve un trastorno de ansiedad, quien lo padece se preocupará aunque no tenga motivo. Estar preocupado ante un problema les hace sentir que están haciendo algo positivo por arreglarlo, aunque no esté en sus manos y esto les genere más ansiedad. Estamos hablando de represión emocional. Es igual con las personas que son hipocondríacas. La raíz del problema es un rasgo egocéntrico que buscan encubrir bajo el lema: “todo lo malo me pasa a mí”. El psicólogo Leon Festinger lo explicó muy bien en la teoría de la disonancia cognitiva. Explica cómo las personas intentan mantener su consistencia interna cuando los individuos experimentan incomodidad, tensión o ansiedad al ver que sus creencias entran en conflicto con sus acciones. Leon Festinger comentó que los individuos tienen una fuerte necesidad de asegurarse de que sus creencias, conductas y actitudes son coherentes entre sí. El conflicto llega cuando la falta de coherencia entre lo que pensamos, decimos y actuamos se hace presente, y aparece el autoengaño. Algunos incluso se escudan en la racionalización (que es otra forma de autoengaño), para dar una explicación razonable de las acciones que no tuvieron motivos positivos para ser realizadas. El autoengaño perjudica a la autoestima porque nos produce un malestar al valorarnos de forma negativa. Ahora, el malestar es una emoción adaptativa que nos ayuda a replantearnos y modificar lo que no nos gusta de nosotros mismos o de nuestro entorno. La disputa es que la mente suele ser resistente a los cambios, evita situaciones que suelen ponernos incómodos y eso termina siendo un gran problema. ¿Por qué? Porque nuestra mente prefiere usar esa energía para las funciones vitales, y no para resolver temas que nos agobian y nos generan angustia. De ahí que la mayoría de veces decidamos “pasar de algo” y “dejarlo fluir”. En estos casos lo único que nos queda es ser sinceros y tener valor para enfrentar todo aquello que evitamos, ya sea por miedo o por incomodidad. A la hora de justificar acciones que nuestra conciencia nos dicta que no son correctas, estamos cayendo en el autoengaño, y es justo ahí cuando tenemos que aprender a reeducar a nuestra mente. La comodidad instantánea nunca será la solución a largo plazo. Es un trabajo de todos los días y no, no digo que sea fácil, yo llevo 31 años intentando no autoengañarme, pero sí es necesario hacer el esfuerzo para encontrar un poco de paz con nosotros mismos. Las personas que se autoengañan comparten una cosa en común: la culpa.