Diferencias estúpidas

23 de Abril de 2024

Rebeca Pal

Diferencias estúpidas

Saben que suelo compartir, con ustedes, experiencias que me dejan analizando el porqué de las cosas.

Estando en Myanmar, tuve la oportunidad de conocer muchas pagodas, estupas y templos; todas me parecieron preciosas e impactantes. Entrar en ellas y adentrarme en el budismo y en creencias diferentes a las mías, fue una experiencia cultural muy rica. Sin embargo cuando vi un letrero en el altar, donde estaba la estatua que representaba a Buddha, cubierta con las láminas de oro que los creyentes colocaban con fervor y respeto, en el cual se leía: “Las mujeres tienen prohibida la entrada”, me volteé con la guía y le pregunté, “pero, ¿por qué?” Ella me contó la historia de una mujer que difamaba a Buddha cuando daba el sermón a los fieles. Ella decía que estaba embarazada y él era el padre del niño, hasta que un día al tropezar con una piedra mientras el Iluminado predicaba las enseñanzas, se dieron cuenta que lo que llevaba en el vientre no era un bebé, sino todo aquello que le robaba a la gente. Yo pensé que esa no era una buena razón para no permitir la entrada a las mujeres; Judas Iscariote entregó a Jesús por treinta monedas de plata y no por eso a los hombres, se les prohíbe la entrada a la Iglesia o acercarse al altar.

La historia no se me hizo una justificación válida. La guía prosiguió al ver mi cara de confusión y me explicó que después de lo sucedido hacia Buddha, los hombres se dieron cuenta que las mujeres no deberían entrar al altar porque menstrúan y lo ensucian todo. Un lugar tan sagrado no debería estar manchado por sangre. No pude evitar este soliloquio, “pero se les olvida que gracias a esa sangre, nacieron”. Le contesté con una sonrisa, haciéndole entender que respeto sus creencias, pero no las comparto. El que me prohíban entrar a un lugar porque lo “ensucio” por ser mujer, me denigró.

A los pocos días de aquella experiencia, nos contó que habrá un próximo Buddha, Maitreya, y yo le pregunté que si sabrían reconocerlo, ya que no estamos hablando de un Dios, si no de una persona común y corriente que a través de la meditación llega a la iluminación. También le pregunté si habría la posibilidad de que Maitreya fuera mujer y no un hombre. Ella me contestó que eso es imposible porque las mujeres están destinadas a cuidar el hogar y la familia. Los hombres tienen menos apego, las mujeres no pueden desprenderse de sus familias para ir a predicar. Pensé en mí misma y en todo lo que he dejado atrás con tal de cumplir mis sueños. He abandonado el nido cuatro veces: la primera fue para cumplir el sueño de bailar en Nueva York, la segunda fue para bailar en España, la tercera fue para estudiar un máster en Madrid y la cuarta fue porque me casé y decidí cambiar de continente para estar con la persona que quiero y vivir en un lugar que me da paz y atardeceres preciosos.

Yo creo que las mujeres sí podemos, sobre todo cuando tenemos apego a nosotras mismas y a nuestras metas. Cuando se tiene un objetivo claro no se necesita de un camino fijo para andar, uno hace el camino porque el camino se convierte en uno mismo. No es un problema de género, es un problema de ambición.

En un artículo escribí que toda la lucha en la historia de la evolución de los derechos de la humanidad, se ve terriblemente opacada cuando hay actos de discriminación y odio. Respeto las creencias y las decisiones de cada individuo, pero no puedo evitar manifestar que me sorprende que muchas personas siguen esclavizadas bajo el yugo de las etiquetas (que tanto odio) y de las creencias obsoletas.

Hoy entiendo que la ignorancia tiene poder porque creemos lo que podemos, no lo que debemos.