El desprendimiento

23 de Abril de 2024

Rebeca Pal

El desprendimiento

REBECA PAL

Quiero darles un regalo: El último capítulo del libro que escribí. Es un pensamiento que quiero regalarle a la gente que me lee y, sobre todo, a aquellas personas que siguen apoyándome para que la pluma no salga de mis manos.

El desprendimiento es un gran maestro. Se nos olvida que llegamos desnudos al mundo y nada nos pertenece.

Todo comienzo es difícil. Llámese año nuevo, trabajo nuevo, casa nueva, relación nueva, lo que sea. Pero, ¿por qué es difícil? Por el desprendimiento.

Desprenderse de todo lo que uno ha vivido duele, saber que en el camino tenemos que ir dejando a un lado a personas, momentos y lugares porque ya no nos pueden acompañar en nuestra vida, duele, y mucho.

Lo sabemos tan bien que preferimos ignorarlo para evadir un sufrimiento que es ineludible, pero necesario para nuestro crecimiento. Como saber que parte de ti muere todos los días y que, a pesar de ello, no estás preparado para morir; que la juventud es sólo un proceso y la vejez un resultado; que los cambios son inevitables al igual que las lágrimas y las risas; que perder y ganar pueden ser un gran equilibrio al final.

Sabemos que desprendernos duele porque es un proceso indispensable para nuestra evolución como seres humanos y, por lo tanto, es muy sano. Es una invitación para seguir adelante y para vivir mejor. Hoy es diferente de ayer y tienes que vivir con lo que haces hoy, no con lo que hiciste ayer.

El desprendimiento es un gran maestro. Se nos olvida que llegamos desnudos al mundo, nada nos pertenece. Nacemos empacando una maleta que nos acompañará a lo largo de nuestra vida, la cual tendrá que estar vacía al final, porque los equipajes pesados no se llevan cuando morimos, por salud espiritual.

Uno aprende la lección cuando se desprende del momento. A mí nadie me enseñó cómo se tiene que enterrar a un ser querido, lo aprendí cuando no tuve más opción. ¿Qué me enseñó? Que sigo viva, enterré a otra persona, yo aún tengo batallas que librar porque lo único que no puedo perder, todavía, es la vida.

Nos enseñan a vivir, pero no a morir; a seguir lo que dicta la ley cívica, la moral y lo tradicional, pero nadie nos enseña a ser auténticos. Tenemos que ir lidiando y robando personalidades que no son la nuestra, hasta encontrarnos con nosotros mismos. Y el día que eso pasa nos desprendemos de todo lo demás, de todo lo que aprendimos y de todas las mentiras que creímos, porque ya no las necesitamos. De hecho, ya nos pesan en nuestro andar.

Puedo compararlo con la piel de una cebolla. Hay que ir perdiendo capas para llegar al corazón, a lo que importa para ser más ligeros y, con ello, más felices.

Desprenderse de las palabras; hablar menos, pero escuchar más. Soltar las críticas. Las opiniones de los demás son sólo eso, opiniones, y no son mías. ¿Por qué creerlas y conservarlas?

Que cada quien cargue con su cruz. Despréndete de los juicios.

Empieza el año, los proyectos, los finales y los comienzos. Llega el momento en que la toma de decisiones es fundamental, así que no tengas miedo a la hora de decidir algo nuevo o diferente. Admírate por tener el valor de tomar decisiones. No importa qué tan grandes o pequeñas sean, todas harán eco en tu vida. Pero, sobre todo, toma la decisión de desprenderte y… ¡asómbrate!, que ya verás lo que pasa a continuación. Muchos le llaman “libertad”.

Me gusta retratar la vida diaria y los problemas que nos rodean.