La belleza que surge del dolor

19 de Abril de 2024

Rebeca Pal

La belleza que surge del dolor

REBECA PAL

El sábado pasado, tuve la oportunidad de entender que del dolor puede surgir una belleza que, desde mi punto de vista, va más allá de la imaginación humana y es inmarcesible. Son dos historias que no tienen nada en común, pero que me mostraron la misma lección.

La primera historia

Vi el documental de Amy Winehouse, con mi hermana. Fue sorprendente observar cómo tuvo el don y la capacidad para transformar el dolor que estaba viviendo, en arte. Si uno escucha con atención la letra de sus canciones, puede comprender que todas hablan de los acontecimientos que pasaban en su vida y que la quemaban por dentro. Pasó lo mismo con Picasso, que revisaba por las noches la basura de Málaga, para encontrar lo que él llamaba “pequeños tesoros”. Lo hacía de forma maniaca y repetitiva. Él mismo aceptó que eran pequeños accesos de locura. Sylvia Plath, aseguraba que sólo escribía cuando el tormento interior la hería hasta volverse un dolor físico: “Oigo una voz dentro de mí que no se calla… entonces, tomo la pluma y me hiero a fuego”. El pintor, Ernst Josephson, sufría de crisis que lo hacían pintar con un estilo muy diferente al suyo y que llamaba “locura venial”. La diferencia de las obras era tan grande, que los críticos de la época estuvieron convencidos de que esas pinturas tenían una influencia ajena y desconocida. Charles Méryon, padeció esquizofrenia y a pesar de todas las etapas de la enfermedad que atravesó, jamás dejó de grabar y de pintar. El resultado final es una visión de la locura sobre el arte que él creó. Muestran un mundo con animales fantásticos y escenas particulares e inquietantes. A pesar de que la esquizofrenia fue ganando territorio, él no dejó de grabar. Victor Hugo, el gran escritor, sorprendido comentó: “La obra de Méyron está invadido del aliento del infinito. Sus grabados, más que cuadros, son visones.” Y no se equivocó al respecto. Para cuando fue internado en un asilo, sus dibujos mostraban un mundo/universo irreal y trastornado.

La segunda historia

Esta historia es mía y es una de las tantas que aún tengo por escribir. Hace unos años estaba pasando por un momento difícil, de mucha confusión, carecía de estabilidad emocional y sentía que dentro de mí, un vacío me estaba consumiendo día con día; devorando la luz que hay en mí. Muchos me veían sonreír y reír, pero no se imaginaban la verdad que había detrás de esa máscara. En ese delirio tuve un momento de claridad e intenté animarme, escribiendo algo de mi parte sana para mi parte enferma: “Que en tu larga travesía siempre tengas el viento a favor, que la tormenta nunca te haga perder el rumbo y que la vida te dé lo que necesitas para seguir navegando. Deseo que la adversidad no carcoma tus sueños y que siempre encuentres destellos de luz en la oscuridad.” Era diciembre, pasaba mi primera navidad sola, en Madrid, y ese cuaderno lleno de mis ideas, de frases y de epifanías, me ayudó más de lo que me hubiera imaginado. Compartí el mensaje con algunos amigos cercarnos y, años más tarde, vi el resultado.

Un gran amigo y coreógrafo, Guillermo Jorge Fabián Bautista, hizo uso de mis palabras para inspirarse y, a través de las bailarinas de su compañía, Signos Vitales, logró que mis palabras bailaran. Ver la belleza de la coreografía y volverme a conectar con el sentido real de ese verso, me hizo sentir gratitud.

El desconsuelo puede ser un gran maestro, siempre y cuando uno esté dispuesto a experimentar y a superar las lecciones. Darle un significado le quita peso a la cruz.

Gracias a Dios soy artista y puedo transformar el dolor. Atrévete a romper mi corazón y verás las obras de arte que haré con la piezas.