¿Quién eres tú?

19 de Abril de 2024

Rebeca Pal

¿Quién eres tú?

REBECA PAL

¿Quién eres tú? Esta pregunta se repite muchas veces en la obra maestra de Lewis Carroll, y es la misma pregunta que, Alicia, no puede responder porque no sabe quién es y no puede recordarlo.

Como algunos ya se habrán dado cuenta, soy muy analítica y tengo la buena (o mala) costumbre de darle vueltas a las cosas una y otra vez, de forma infinita, como el bien conocido número pi (3.14). Así que después de sumergirme en el mundo de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, yo también comencé a preguntarme, ¿quién eres tú?

Como ya también lo saben, estoy por casarme y no se imaginan lo interesante que han sido estos meses. No por el tema de la emoción y los preparativos, recuerden que no soy cursi y el exceso del romanticismo me da diabetes, si no por el proceso del desprendimiento y por darme cuenta de quién siempre ha estado y estará, quién está pero no estará y quién nunca estuvo. También ha sido muy interesante escuchar y analizar todos los consejos de belleza que me han dado, para verme “perfecta” el gran día de mi boda. Descubrir la maldad e inseguridad que hay detrás de esos consejos, me ayudó para preguntarme con más fuerza e insistencia, ¿quién eres tú?

Les voy a confesar algo. Hace unos meses estuve a punto de ponerme implantes para verme mejor. Sí, me quedé con el cuerpo de una niña de 14 años y mi parte “sexy” se quedó en la talla 32A. Durante ocho años fui bailarina profesional y la poca grasa que tenía en el pecho, se fue. Nunca me molestó, al contrario, sentía que estaba más cerca de tener el cuerpo de una bailarina de ballet y eso me emocionaba. Sin embargo, hace unos meses llegaron estos comentarios: “¿No crees que si te operas te verías mejor? Recuerda que a los hombres no les gustan las planas, no vaya a ser que se fije en una que sí tiene”. Pasó lo mismo con mi cara. Soy muy blanca y, por lo mismo, tengo que cuidarme, especialmente del sol, porque me salen manchas con facilidad. Las pieles blancas son muy delicadas y tienden a arrugarse antes de lo previsto: “Rebe, tienes que cuidarte porque él es más chico que tú y no puedes verte más vieja. Usa bótox y, llegado el momento, opérate. Tienes la responsabilidad de cuidarte más que nadie por tu edad, piensa que a la larga eso puede tener consecuencias.”

El resultado de todo esto fue, busqué un cirujano plástico y una dermatóloga para que me inyectara bótox en abril de este año. Pero, gracias a Dios, comprendí algo muy importante: soy más que un cuerpo lleno de bótox e implantes. Estaba muy a gusto conmigo y en mi propia piel hasta que llegaron estos comentarios, ¿por qué habría de cambiar ahora?

¿Quién soy yo? Comprendí que no saber quién soy, no me permite disfrutar el proceso que estoy teniendo en esta vida, en la que me tocó estar. El resultado será que envejeceré como mujer indigna y no quiero morir con el arrepentimiento de haberlo hecho vieja y arrugada. La vejez es la cúspide de la belleza interior. Sólo cuando lo de afuera te deja de llamar la atención, puedes contemplar lo que hay adentro. Cuando envejecemos, ya no nos interesan una piernas bellas y firmes, un cutis perfecto, sin arrugas y sin manchas, un abdomen plano y marcado, no, ya no. Lo que nos interesa es un corazón puro y que tenga ganas de seguir compartiendo lo que hay dentro de él.

Yo no soy el envase que hoy, a mis 30 años, me envuelve. Yo soy lo que hay debajo de esta piel, que es mía, lo que late en el interior de mi pecho, lo que me hace levantarme todos los días para seguir escribiendo y soñando. Yo no soy Rebeca, esa es una etiqueta que me pusieron cuando nací. Yo soy el alma que habita en mí.

Estoy a un pensamiento de ser libre…