Seré una obra de arte

19 de Abril de 2024

Rebeca Pal

Seré una obra de arte

REBECA PAL

Hoy, 28 de noviembre, llegué al mundo hace 30 años. Recuerdo que antes, festejar un cumpleaños, era lo mejor que me podía pasar. La protagonista era yo y todos me llenaban de regalos, me consentían y mi mamá me dejaba hacer todo lo que yo quisiera por un sólo día. Nunca olvidaré el cumpleaños de mi hermana, Raquel. Mi mamá nos dejó enlodarnos de los pies hasta la cabeza, meternos así a la alberca y correr por toda la casa. Naturalmente se convirtió en la mamá más divertida del año, según mis compañeros de la primaria. Cuando le pregunté a mi mamá el porqué de esa libertad, que para el resto de las madres era desastrosa, me contestó: “sólo serán niñas una vez”. Qué razón tenía…

Sin embargo, con el tiempo, el gusto por soplar las velas fue disminuyendo. Las preocupaciones por las cremas antiarrugas empezaron a aumentar, al igual que las mortificaciones banales como “qué voy a hacer con mi vida”, “de qué voy a vivir” y “ya tengo canas”. Comencé a notar que la gente de mi edad se quejaba más. Escuchaba, “un año menos” cuando yo pensaba, “no, debería ser un año más”.

Comprendí que vivimos en un mundo que está obsesionado con la imagen de la belleza y de la juventud. Sí, es normal que no queramos envejecer, porque nadie quiere perder la vitalidad ni que nuestro estado de salud se vea comprometido o nuestras facultades físicas empiecen a fallar. Da miedo pensar que los mejores años de nuestra vida los estamos dejando atrás y que no volverán, por mucho que nos aferremos a ellos. Ni Dios indaga o viaja en el pasado.

Me atrevo a decir que mucha gente de mi edad padece “Gerascofobia”, geron–– “hombre viejo”, probos––“miedo” (miedo a envejecer). Veo cómo se horrorizan con los cambios que el tiempo maquilla sobre ellos y sobre el cuerpo. La Gerascofobia se desarrolla a partir de los 30 años y generalmente se produce por la imágenes erróneas que los medios de comunicación imparten, por el valor cultural de la juventud y por las creencias irracionales que nadan en la mente de muchos. También está presente, y afecta más de lo que se imaginan, el miedo a la soledad.

Este 28 de noviembre, me puse a reflexionar y llegué a una conclusión. Lo que a mí me da miedo, no es envejecer; de hecho siempre he creído que la juventud es un regalo de la naturaleza y la vejez es una obra de arte, y yo, con el tiempo, quiero descubrir en qué tipo de obra de arte me convertiré. Lo que me da ansiedad, es no saber cerrar los ciclos a tiempo y quedarme con un hubiera. No me gustan los “hubiera”, por eso he luchado toda mi vida por quitármelos.

Quiero aprovechar para compartirles algo que escribí hace unos años y que me ayudó a comprender que envejecer con dignidad, es una gran virtud:

“A través de fotos hice un viaje al pasado. Fue bastante interesante ver la evolución de mi vida hasta hoy. Tantos lugares, tantas personas y tantas emociones; una vida llena.

Comprendí la importancia de los ciclos, abrir y cerrar. Y en cuanto a las personas, entendí que unos llegan, otros se van, pocos se quedan. Lo importante es que todos te enseñan a conocer más de ti.

Sé que todos los lutos que he hecho en mi vida me han preparado para morir, y también para vivir.

Me queda claro por qué tengo los ojos por delante y no por atrás.

Lo que alguna vez maldije hoy lo bendigo, ya que sin ello no sería quien soy. Mi cruz es perfecta.

El que sabe lo que tiene, lo honra el que no, lo deshonra. Yo honro mi camino.

Hoy sé que no puedo volver atrás, ahora soy un ser diferente. Caminemos.”

Este día, quiero llenarme de lodo, correr bajo la lluvia, reírme y comer pastel sin remordimientos. Sé que si mi mamá estuviera aquí me diría: “Vive, porque sólo lo harás una vez”.

Bienvenidos sean los años y las nuevas décadas. Estoy en paz, no estoy envejeciendo, me estoy convirtiendo en una obra de arte.