Remedios contra la resaca a lo largo de la historia

20 de Abril de 2024

Diana Loyola

Remedios contra la resaca a lo largo de la historia

Se acercan las celebraciones decembrinas y con ellas las comilonas y, por supuesto, la ingesta de alcohol. Ojalá ninguna tuviese consecuencias, pero la triste verdad es otra. No sólo el cuerpo da fe de los excesos, también el espíritu, que se doblega al día siguiente de los numerosos y festivos brindis. La resaca (o cruda), no da tregua, sin embargo, a lo largo de los siglos, la humanidad ha buscado la manera de hacer más llevadero este “efecto secundario” de beber más de la cuenta.

En Grecia, por ejemplo, se aconsejaba usar el clavo de olor o una amatista en la boca o en la copa de vino mientras se bebía, costumbres por demás ineficientes. Los romanos por su parte, tenían algunos trucos: hervían col y la consumían antes y después de tomar cualquier alcohol como método preventivo del aberrante malestar. También preparaban una omelette de huevos de búho con pulmones de borrego, y si la resaca persistía, freían un canario y lo comían entero antes de que se enfriara. Plinio el Viejo recomendaba comer picos de golondrina molidos. Pienso en cuán mal se sentirían para animarse a buscar estos ingredientes. En el antiguo Egipto, la prescripción era colgarse un collar hecho con hojas de laurel de Alejandría. La eficacia de estos remedios es dudosa, sobre todo porque ninguno resistió el paso del tiempo.

En el Medioevo, el vino toma importancia y las secuelas de beberlo también. El remedio por excelencia era comer anguilas, se pensaba que al comerla ésta absorbía todo el alcohol presente en el cuerpo, por lo que no se sentían tan mal después de una borrachera. Lo que servía en realidad, es que las anguilas son una fuente rica en proteínas de fácil asimilación, de calcio y de vitaminas, por lo que se reponían más rápido.

En el siglo XVII, en Inglaterra, un médico vendía sus “Gotas Goddard” (ese era su apellido) como pan caliente, pues su eficacia era remarcable. Con el tiempo se conoció la receta: amoniaco, polvo de cráneo de un ahorcado y víbora seca y molida. Increíble ¿cierto?. Durante este mismo periodo, hubo herbalistas, como Nicholas Culpeper, que intentaban aliviar el costo de la embriaguez con infusiones de romero, o de consuelda media (o ajuga), aunque lo que mejor le funcionó fue la infusión de hiedra.

En el siglo XIX, se aconsejaba a las personas verter vinagre directamente en la garganta de la persona ebria y masajear las sienes también con un poco de vinagre; para evitar las náuseas se les daba leche mezclada con ceniza. En el siglo XX, María Treben dio a conocer una receta altamente eficiente pues es tónica, depurativa y excelente para la función hepática: 10 gr. de aloe (o genciana amarilla o polvo de ajenjo), 5 gr. de mirra, 0.2 gr. de azafrán, 10 gr. de hojas de sen, 10 gr. de alcanfor, 10 gr. de raíz de ruibarbo, 10 gr. de raíz de zédoaire, 5 gr. de raíz de carlina y 10 gr. de raíz de angélica. Todo se macera en litro y medio de aguardiente cerca de una fuente de calor o donde le dé el sol por 14 días. Hay registros de quienes lo probaron que con unos pocos tragos al día siguiente de la fiesta, ¡adiós cruda realidad!. En el siglo XXI, los remedios y consejos para aliviar las penas físicas resultantes del consumo de alcohol, son muchas y van desde mantenerse hidratado y descansar, hasta comer con pocas grasas, procurarse muchas verduras cocidas al vapor de color verde para depurar el hígado, tomar vitamina C y complejo B, así como aspirinas con bebidas hidratantes o sueros o ingerir infusiones de diente de león, cardo mariano, anís verde o melisa. Sin embargo en México, la costumbre para combatir la resaca es comer con mucho picante, caldos -como pancita (menudo), consomés, pozole, caldo tlalpeño- o los muy socorridos chilaquiles. Todo con tal de padecer menos los múltiples malestares que deja el exceso de alcohol en el cuerpo. @didiloyola