Hambre y obesidad

18 de Abril de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Hambre y obesidad

El pasado 16 de octubre se celebró el Día Internacional dedicado a la Lucha contra el Hambre, y a mi juicio los datos divulgados son preocupantes y así fue reconocido, con el agregado de la creciente obesidad, ya no sólo en los países ricos, sino también en los pobres. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que en septiembre de 2015 todos los Estados miembros aprobaron la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, cuyo segundo objetivo claramente indica “la erradicación del hambre y todas las formas de malnutrición” para un mundo más seguro, más justo y más pacífico. Sin embargo, los números presentados muestran que por tercer año consecutivo el hambre ha vuelto a crecer en el mundo; el año pasado 821 millones de personas la sufrieron, lo cual representa el 11 por ciento de la población mundial, es decir, una de cada nueve personas. Además, mil 500 millones de personas padecen deficiencias de micronutrientes; y el otro gran tema, la obesidad sigue subiendo: en adultos ya son 672 millones de personas y en menores de cinco años son 38 millones. La FAO indicó que, a pesar de lo anterior, hay esfuerzos que se deben reconocer y son ejemplo para todo el mundo. Es el caso de Brasil, en donde las políticas desarrolladas por el presidente Lula permitieron reducir el hambre del 11% de la población total en 2000 al 2.5% en 2008. En la actualidad hay más hambrientos y más obesos en el mundo. La obesidad se extiende y ya es considerada un problema sanitario mundial. Así, en el periodo de 1975 al año pasado la proporción poblacional aumentó en Brasil del 5.2% al 22.3%; en Bolivia del 4.8% al 18.7% y en nuestro país del 9.5 % al 28.4%. Las causas son variadas, pero hay una constante, y es el cambio en el tipo de alimentos que se consumen; se pasó de dietas ricas en alimentos frescos y naturales a los terribles productos procesados, con grandes cantidades de azúcares y grasas saturadas. El especialista Carlos Loarden lo ejemplificó con el hecho de que la globalización permite comer una hamburguesa o pollo frito en las cadenas conocidas en los Estados Unidos, India, Angola o México. El ritmo de vida, principalmente en zonas urbanas donde no hay tiempo para casi nada que no sea trabajar, impide comprar, cocinar y comer comida sana, con el agregado del sedentarismo. Ello hace que lo más fácil sea acudir a dichas cadenas y atiborrarnos de productos no adecuados a la dieta requerida. Y todo lo anterior conduce al tema de la desigualdad que, como bien cuestiona el especialista en estos temas, Mario Luis Fuentes, ¿qué más podría explicar que el 1% de la población más rica del mundo posea más del 50% de la riqueza disponible? ¿cómo podría entenderse de otro modo, que en un país como el nuestro las 10 familias más acaudaladas posean más del 15% del Producto Interno Bruto? Ahora llega un nuevo gobierno que ha hecho del combate a la pobreza y la desigualdad uno de sus grandes temas y esperamos que las próximas políticas públicas logren avanzar en reducir el hambre y la obesidad en la población. Urge revisar la política educativa y la alimentación en las escuelas, tanto públicas como privadas, educar a la población en lo que es bueno y malo en la alimentación y, sobre todo, regular a las empresas que se dedican a la fabricación y distribución de esos alimentos dañinos. Para hacer todo esto se requieren recursos. Por ello es fundamental que los que más tienen paguen más impuestos como solución primaria para atender las grandes necesidades de nuestro país y reducir la desigualdad. Dice el director de la FAO que “el hambre cero incluye la erradicación de todas las formas de malnutrición, así que no se trata sólo de alimentar a la gente, sino de que también se nutra bien”.