Planeación educativa

19 de Abril de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Planeación educativa

La semana pasada, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó un documento denominado Nudos críticos del desarrollo social inclusivo en América Latina y el Caribe: antecedentes para una agenda regional. En él se menciona que existen, a juicio de la Comisión, ocho nudos críticos a resolver para que nuestro continente sea más incluyente.

En el prólogo, la Secretaria Ejecutiva de la Cepal, la mexicana Alicia Bárcena, menciona que la Agenda 2030 es un compromiso de todos los países y que la erradicación de la pobreza y la extrema pobreza, junto con la reducción de la desigualdad siguen siendo los desafíos centrales de nuestra región, sobre todo si consideramos que a partir de 2015 han ocurrido retrocesos en la reducción de la pobreza extrema, siendo los más afectados — como siempre— las niñas y niños, los adolescentes, las mujeres, los pueblos indígenas, la población afrodescendiente y las personas que habitan las comunidades rurales.

Para lograr avanzar, Bárcena propone con mucha razón que lo primero que debe haber es claridad respecto a cuáles son los elementos que obstaculizan el avance en la mejora de las condiciones de bienestar, indicando que en el texto se describen los nudos críticos de la matriz de desigualdad que deben ser atendidos de manera prioritaria.

El documento menciona que el esfuerzo realizado en la región entre 2002 y 2014 permitió reducir la pobreza y la pobreza extrema pero que a partir de 2015 ha vuelto a crecer; así tenemos que en 2018 había 182 millones de personas en pobreza y, lo más preocupante, 63 millones en pobreza extrema en los 18 países considerados en el análisis.

Se argumenta que una de las principales causas del subdesarrollo crónico que tenemos es la desigualdad que, según bien se señala, “conspira contra el desarrollo y son una poderosa barrera para la erradicación de la pobreza, la ampliación de la ciudadanía y la gobernabilidad democrática”.

Asimismo, se incluye un gráfico sobre el índice de Gini de la desigualdad de los ingresos en el periodo 2002-2017, en el cual se demuestra que, si bien hubo reducción en las cifras de 2002, a partir de 2008 las disminuciones fueron mínimas, es decir, no hubo avances dignos de mencionarse. Por ejemplo, en el caso de México no hemos podido disminuir la cifra de 0.50 en el índice y hay 13 países de los 18 considerados que tienen mejor situación que el nuestro.

Uno de los nudos al que me quiero referir hoy es el tema de la educación, en el que se muestran las enormes diferencias que existen según los ingresos familiares: mencionan que en la educación superior más del 40% de los jóvenes que se encuentran en el quintil de mayores ingresos concluyeron su educación en al menos cuatro años, en cambio, de quienes se ubican en quintil más bajo apenas lo hicieron el 3.6 por ciento.

Coincido con el señalamiento de que el acceso a la educación superior sigue siendo muy restringido y esperemos que en nuestro país, efectivamente, se puedan lograr los recursos adicionales para incrementar la oferta de las escuelas públicas, a donde acceden los jóvenes con menores recursos.

También se insiste en un tema que es de la mayor importancia y sobre el cual considero que en México se ha prestado poca atención. Se trata del referido a que, en general, el sistema educativo ofrece una formación homogénea, en lugar de atender las grandes diferencias y necesidades de los alumnos, además de que la calidad es uno de los mayores déficits que tenemos en cuanto a la formación de ciudadanos capaces y responsables.

En el tema educativo es claro que ninguna sociedad puede avanzar sin tener una planeación y un programa claro y de largo plazo. Es imposible pensar que vamos a tener jóvenes bien educados y preparados para el mundo actual si cada seis años, cuando mucho, se cambian los programas.