Familia al Instante: la opción de adoptar

16 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Familia al Instante: la opción de adoptar

alejandro aleman

En Familia al Instante (Instant Family, 2018) —séptimo largometraje del artesano de comedias chambonas, Sean Anders— Pete y Ellie Wagner (Mark Wahlberg y Rose Byrne) son un matrimonio que, sin alguna razón convincente de por medio, deciden que es momento de tener un hijo, pero en lugar de hacerlo por la vía tradicional, prefieren explorar la opción de adoptar. Es entonces que ellos (y nosotros) nos enteramos del complicado proceso que se sigue (al menos en Estados Unidos) para adoptar a un infante, así como la situación de abandono que viven miles de niños en ese país. Los futuros padres tienen que cursar una especie de entrenamiento y posterior examen para encontrar a un “candidato” con el cual hacer clic para, posteriormente, buscar la adopción definitiva. Nuestra pareja en cuestión elige a Lizzy (Isabela Moner, quien se roba la película), una adolescente latina que les llama la atención por su carácter. El problema es que Lizzy no viene sola, pues tiene dos hermanos pequeños e inseparables. Es aquí donde inicia la comedia. Lizzy y sus hermanos — la pequeña Lita (Julianna Gamiz) y el torpe Juan (Gustavo Quiroz) — le harán la vida imposible a los Wagner, ya sea porque no quieren comer, porque no dejan el celular, no acatan órdenes o (en el caso de Lizzy) andar sexteando con un misterioso novio. La situación es tan caótica que en algún momento los Wagner se plantean la opción de echarse para atrás, a pesar de que para entonces se han ganado la admiración de todos sus familiares. Por supuesto, la trama no tiene nada de original (ver Room for One More, 1959, con Cary Grant) pero lo interesante de esta cinta es que a pesar de tener la mesa puesta para ser un tearjerker, manipulador, chantajista, cursi y convencional, sorprendentemente el director no opta por esa vía y recurre al humor negro, de situación y claro, al vil pastelazo, pero sin descuidar el carácter didáctico sobre cómo la adopción cambia vidas que de otra forma permanecerán en el abandono.

Más divertida que conmovedora, la película al final no puede evitar caer en el pantano de la cursilería, aunque para entonces ya no importa: hemos reído lo suficiente como para que algo de sacarina no venga mal. Sin duda, es la mejor película de Sean Anders a la fecha, y lo es en gran medida porque la historia que está contando es la propia: él es un orgulloso padre de tres hijos adoptados y de ascendencia latina, algo que seguramente Mr. Trump encontraría aberrante e imposible de explicar.