La Boda de Mi Mejor Amigo: remake innecesario

19 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

La Boda de Mi Mejor Amigo: remake innecesario

¿Qué sentido tiene filmar una copia calca de una cinta emblemática? Cuando en 2007, Michael Haneke filmó la copia cuadro a cuadro de su clásico Funny Games (1997), el director mencionó que la razón para hacerlo fue que esta versión tendría la exposición mundial que no tuvo la película original además que, agrega Haneke, así no la echaría a perder nadie más. En 1998, Gus Van Sant cometió el sacrilegio de copiar Psycho, el clásico de Alfred Hitchcock, y se justificó diciendo que era una forma de acercar el cine clásico a una mayor audiencia. Esto viene a cuento porque ahora llega una cinta que nadie pidió: el remake “mexicano”, cuadro a cuadro de La Boda de mi Mejor Amigo. La cinta original de 1997, protagonizada por Julia Roberts, es una de las mejores de su género, agridulce y con escenas emblemáticas, como aquella en la que todo un restaurante interpreta al unísono el clásico de Dionne Warwick “I say a little prayer”, cuya versión más popular fue la de Aretha Franklin. ¿Qué aporta esta versión mexicana? No mucho. Más allá de acercar una cinta clásica al público que no la conoce (if any), no suma absolutamente nada ni al género ni al filme original. Dirigida por Celso R. García (solvente ópera prima La Delgada Línea Amarilla) y con guión adaptado por Gabriel Ripstein, la película es únicamente la tropicalización-actualización de la original, cambiando hot-dogs por tacos, beisbol por futbol y Chicago por Guadalajara. Pero el verdadero reto por resolver no era fílmico, sino musical. ¿Con qué canción en español se puede reemplazar a Aretha Franklin? No arruinaré el fiasco, pero la solución que proponen los realizadores de este remake es poco menos que patética. Este es un gran ejercicio para entender, curiosamente, a Hollywood, y es que al ver los animosos, pero fútiles, intentos de Ana Serradilla y Natasha Dupeyrón por emular a Cameron Díaz y Julia Roberts, uno entiende que ser una estrella no sólo es verse bien, es actuar mejor. Nada puede emular el increíble rapport entre Roberts y Everett o la rivalidad de Díaz y Roberts, mucho menos el cameo de Paul Giamatti que arregla el mundo con un abrazo y un cigarro. La gran excepción es Miguel Ángel Silvestre en el papel que interpretaba Rupert Everett. A diferencia de los demás, es el único que logra imprimirle a su personaje un sello especial que lo desmarca del personaje original. Así, la osadía de salirse un poco del redil hace que Miguel Ángel Silvestre sea no sólo la única nota alta de este ejercicio inútil, sino si acaso la única razón de peso para ver esta película. twitter: @elsalonrojo