Lady Bird o la dulce autocomplacencia

19 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Lady Bird o la dulce autocomplacencia

alejandro aleman

Vista en su justa dimensión, Lady Bird, la ópera prima en solitario de la también actriz Greta Gerwig, es una cinta redonda, divertida y sumamente complaciente que, sin embargo, arrebata una sonrisa. Estamos ante la clásica comedia de crecimiento adolescente que sigue la misma fórmula de tantas otras que vinieron antes (Mean Girls, Juno, 10 Things I Hate About You todo el cine ochentero de John Hugues) y cuya única nota diferenciadora es el tono autobiográfico de la misma. Es el año 2002 en Sacramento, California (lugar de nacimiento de la directora). Christine McPherson (nombre de pila de la madre de Gerwig) es una adolescente que insiste en ser llamada Lady Bird. Acude a una escuela católica (al igual que la directora en su adolescencia) pero, a diferencia de sus compañeros, ella no proviene de una familia millonaria, todo lo contrario, su padre acaba de perder el empleo. Lo anterior no merma el espíritu de Lady Bird quien, a punto de graduarse, sueña con irse a Nueva York, Chicago o cualquier lugar donde si pasen cosas (no como en Sacramento) y se respire cultura. Su madre (extraordinaria Laurie Metcalf) le pondrá los pies en la tierra: su familia no puede costear ese tipo de universidades tan caras, por lo que tendrá que ir pensando en aplicar para alguna institución local. Como suele suceder cuando un actor se torna director, lo mejor de la cinta son sus actuaciones, destacables a todos niveles, desde los personajes secundarios —la madre superiora (Louis Smith), la mejor amiga (Beanie Feldstein), el novio cool (Timothée Chalamet)— hasta la protagonista, una impresionante Saoirse Ronan quien se erige como pilar del filme en su interpretación entrañable de esta jovencita respondona, manipuladora, incluso traicionera, pero al fin y al cabo adolescente a flor de piel. Gerwig dirige con un ritmo casi siempre vertiginoso, con escenas rápidas que usualmente terminan con algún punchline y que no exigen demasiado al espectador. La directora no corre riesgos y privilegia el punto de vista de su protagonista en tono de autocomplacencia que resulta la gran mácula de este filme. Dirigida con la seguridad de quien construyó el camino en una perfecta línea recta, Gerwig lo logra a base de buenas actuaciones y humor. No más, 
no menos. @elsalonrojo