En Rostros y Lugares, su más reciente filme, la abuelita de la Nouvelle Vague, contemporánea de Godard, Resnais y Chabrol, sigue aún filmando a pesar de sus casi 90 años de edad; lo hace acompañada de un jovencito que dice ser fotógrafo, aunque lo cierto es que aquí se convertirá en los ojos de la artista.
Y es justo de lo que se trata este documental: una anciana, con el peso y la sabiduría de la edad a cuestas, se embarca en un road trip por la Francia rural con el joven artista visual conocido como J.R. en un juguetón ejercicio de imagen, historia y cine. A bordo de una camioneta que simula una gigantesca cámara fotográfica con ruedas, la simpática pareja se detiene en cualquier lugar para explorar la historia de su gente: los mineros que fundaron un pueblo hoy abandonado, los trabajadores de una fábrica de sal o el dueño de una próspera granja. A todos ellos Agnès y J.R. les toman fotos que de inmediato imprimen en gran formato y pegan a manera de papel tapiz para cubrir la fachada de sus casas, el granero o la calle.
La cinta, como el viaje de estos dos artistas, carece de rumbo y de agenda. Cual armario de la abuelita, la película navega entre memorias e imágenes, visiones de una Agnès Varda que ve borroso, pero que no olvida. En un momento hermoso y a la vez cruel, el también legendario Jean-Luc Godard sale a relucir. El juicio que hará la cinta sobre su persona será brutal y nuestro cariño por la directora sólo se incrementa al grado de querer correr a abrazarla. Es una rata el tal Godard.
Esta película será una delicia para cursis y cínicos por igual. Los primeros nos quedamos con la alegría vital de una Varda que, cual niña pequeña, juega, viaja y recuerda. La necia mujer sigue frente y tras la cámara, como si su vida pendiera de ello. Los segundos encontrarán placer en recalcar la falta de discurso, el baño de pueblo o la enorme distancia entre una artista como Agnès Varda y el fotógrafo, que se niega a quitarse las gafas oscuras.
Él no quiere ver y ella se está quedando ciega. La contradicción, aunque fortuita, probablemente sea el más poderoso mensaje sobre el estado del arte que sin querer, expresa esta dulce y memorable cinta.
@elsalonrojo