The Apprentice en la Casa Blanca

19 de Abril de 2024

The Apprentice en la Casa Blanca

"Celebrity Apprentice" Red Carpet Event

Si hay alguien que sabe aprovechar los medios y combinar el entretenimiento con la política, ése es Donald Trump

Trump

Si hay alguien que sabe aprovechar los medios y combinar el entretenimiento con la política, ése es Donald Trump. El magnate ha convertido la elección de su gabinete presidencial en un reality show

Juan Pablo de Leo

La Torre Trump en la 5ta Avenida de Manhattan, en el corazón de la calle más lujosa del mundo, se erige como el nuevo símbolo de máximo poder que, ya de por sí, representaba el nombre del magnate inmobiliario plasmado en letras de oro a la entrada del edificio.

Con una personalidad en sí misma, la Torre Trump se ha convertido en el nuevo atractivo turístico, y a la vez el inmueble privado mejor resguardado del mundo. El Servicio Secreto está considerando rentar un piso entero en la torre misma para montar su centro de operaciones. Una necesidad que le costará a los ciudadanos que pagan impuestos, un millón de dólares al día, mismos que estará cobrando Donald Trump directo a su bolsillo, al ser él mismo quien rente el espacio.

Los visitantes llegan al lugar por razones de trabajo y se suman a los cientos de periodistas que hacen guardia día y noche en el lobby de Trump Tower. En el penthouse sobremirando Nueva York, Donald Trump despacha desde su central de transición y hogar al mismo tiempo.

Desde que fue electo, no por voto popular, pero sí por votos en el Colegio Electoral, Donald Trump ha convertido la elección de su gabinete presidencial en un reality show. Si hay alguien que sabe aprovechar los medios y combinar el entretenimiento con la política, es Trump.

La carrera de constructor y desarrollador de bienes raíces ha ido de la mano con su carrera en el mundo del espectáculo. Habrá quien insinúe que Trump podría ser el segundo actor en llegar a la Presidencia después de Ronald Reagan, por lo mucho que le gusta actuar la parte de personaje-persona Donald Trump, la figura pública, el socialité, la celebridad.

Desde los 70 supo aprovechar la fama de ser el desarrollador más exitoso, cuando inauguró el hotel Grand Hyatt, de ahí la marca Trump creció hasta llegar a la portada de la revista Time por primera vez en 1989, tras haber publicado el libro The Art of the Deal que pasó 50 semanas en la lista de bestsellers del New York Times.

La expansión combinada de su marca hacia el sector inmobiliario y del espectáculo tuvo momentos de turbulencia tras la crisis financiera que vivió su compañía a inicios de los noventa, pero eso no evitó que su nombre se mantuviera como los de mayor valor para la prensa del corazón.

Sus matrimonios y divorcios con Ivanka y Marla Maples le permitieron permanecer en las portadas de revistas como People, mientras su presencia como un millonario buena onda en películas de Hollywood, ayudaron a propagar la leyenda sobre la riqueza.

El nombre es igual a la marca y la marca es igual al prestigio. Un prestigio que ha cuidado y defendido celosamente entendiendo que el éxito de sus empresas depende del personaje. Una anécdota de 1991 de una reportera de la revista People, cuenta cómo un supuesto agente de relaciones públicas de Trump llamó a la redacción para filtrar una historia sobre Donald y Marla Maples; una llamada que asegura la reportera era Trump haciéndose pasar por un publirrelacionista para vender su propia imagen. Hasta esos niveles llega la obsesión del presidente electo por su personaje.

Apariciones constantes en The Howard Stern Show y otro tipo de participaciones menores en diversos programas de televisión, dieron paso a la compra del certamen de Miss Universo en 1996. Entonces Donald Trump entró de lleno al sector de las telecomunicaciones y la televisión.

Aprendió de producción, audiencias, rating, formatos y la relación del entretenimiento con la prensa para utilizar después todo ese conocimiento a su favor. En 2004 decidió dar el gran salto y aprovechar la ola de los que comenzaban a surgir en la televisión de Estados Unidos.

Fue lo suficientemente hábil para juntarse con el productor Mark Burnett, el mago de los reality shows, y formar juntos el programa The Apprentice.

En él, Trump elegiría a concursantes que buscaban la aprobación del magnate entre pruebas de emprendimiento empresarial. El éxito fue tal que la frase “you´re fired” se convirtió en una marca en sí misma y marcó de nueva cuenta la carrera de Trump y su personaje.

El final de la primera temporada tuvo un rating de 28 millones de espectadores. Durante 14 temporadas y contando, cientos de concursantes, incluyendo a personalidades como Pierce Morgan, Joan Rivers, Dennis Rodman y otros, se sentaban al otro lado de la mesa en la sala de juntas, esperando a ser juzgados y despedidos por Donald Trump y sus tres hijos, Ivanka, Donald y Eric.

Ahora, unos años después, Trump se encuentra en una temporada más de The Apprentice, sólo que esta vez la mesa es diferente y el juego con costos mucho mayores. Fiel a su estilo, el periodo de transición entre gobiernos y la selección del gabinete por parte del presidente electo republicano se ha convertido en un show mediático.

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En momentos en los que la prensa estadunidense no entiende cómo cubrir ahora y durante los próximos años a un presidente tan peculiar y difícil a la vez, la experiencia de Trump se encuentra ganando las partidas en la danza entre medios y políticos, prensa y presidente.

Tradicionalmente los equipos y transiciones se han dado en privacidad y bajo encierros; sin embargo el proceso que se vive actualmente es todo lo contrario. Corrales de prensa instalados a las afueras de la Torre Trump y en el lobby del edificio, son testigos de la pasarela por la que todos los días desfila el equipo de transición y los candidatos a ocupar puestos en el gabinete.

Ante los flashes y las cámaras, circulan políticos y empresarios que van a entrevistarse o rendir pleitesía, todo ante los ojos del mundo, transmitiendo en vivo dejando en claro quién es la estrella y quién tiene el poder. Las reuniones y visitas son publicitadas con antelación creando una ansiedad en los medios sobre todo televisivos a los cuales Trump conoce y controla muy bien con sus estrategias de comunicación. La funcionalidad de la Torre Trump permite cenas, juntas, estancias y otras facilidades en el mismo lugar bajo la misma marca.

Diferentes nombres han circulado para ocupar las posiciones de mayor trascendencia, como si se tratará de saber qué celebridad ocuparía un lugar en la próxima temporada de The Apprentice. Los medios juegan con los diferentes nombres que el mismo equipo de Trump se encarga de filtrar, desatando especulaciones y suposiciones en la prensa que mantienen la atención permanente y bajo las condiciones que Trump ha impuesto.

De Guilanni a Mitt Romney, políticos de primera línea en el Partido Republicano se han placeado por la Torre Trump. El hecho de que el mundo vea eso, a Trump le seduce demasiado. Millonarios, empresarios, generales. Todos trabajan para Trump y se está encargando de producir su propio show. Las comparaciones que han hecho sobre Trump y Hitler bien podrían caber en la figura clave de la comunicación. La propaganda durante la era de la Alemania nazi a cargo de Joseph Goebbels cobró una prominencia similar en el gobierno a la que está teniendo otro experto de la propaganda, pero ahora digital y muy cerca del presidente, Stephen Bannon.

De aquí al 20 de enero, el show continúa. Una ola de oligarcas con poca experiencia en gobierno han sido nombrados por Trump. Seis de los 15 puestos clave han sido ocupados. El jefe de la Oficina de la Presidencia, Reince Preibus; la secretaria de Transporte, Elaine Chao, y el procurador Jeff Sessions llegan del gobierno, pero Wilbur Ross de Comercio, Betsy DeVos de Educación y Steven Mnuchin del Tesoro, tienen fortunas por arriba de los miles de millones de dólares y cero experiencia gubernamental. Las señales de lo que significa hasta ahora el gobierno de Trump con esas elecciones son mixtas. Lo seguro es que entramos a territorio desconocido en el que la política y el entretenimiento se mezclan. El reto no sólo es para los periodistas que ya cayeron en varias ocasiones en las trampas de Trump. El reto es para la sociedad norteamericana en su conjunto para que eviten normalizar lo que el personaje de Trump ha traído a la presidencia más poderosa del mundo.

Juez y parte. El Servicio Secreto de EU analiza la posibilidad de rentar un piso de la Torre Trump para velar por la seguridad del magnate. El dinero sería cobrado por el propio Trump como dueño del inmueble.