Son tres los temas fundamentales que debe atender cualquier agrupación que pretenda acceder al poder político en 2018: demostrar eficiencia en la capacidad de operar políticas públicas, tener una propuesta creíble para enfrentar la corrupción y resolver el esquema estratégico de las alianzas a nivel nacional.
Si admitimos como evidencia de la capacidad de operación de las políticas públicas los resultados cuantitativos que cada administración entrega así como la percepción social y especializada que de ellos se tenga, quien demuestre que puede con ello, habría resuelto un tema esencial. Esto es, todo gobierno necesita acreditar con datos, pero también con evidencia cualitativa, que tiene familiaridad con la esencia del poder que es la capacidad per se.
Si existe la capacidad de mostrar y demostrar la intolerancia a la corrupción al mismo tiempo que se genera un plan y programa realizable para enfrentarla a nivel nacional, en acompañamiento de la habilidad para aterrizar ese esquema en las áreas de justicia, licitación de obras públicas y relación cotidiana con los ciudadanos en el proceso de gestión administrativa, otro tema crucial estaría solucionado.
Si se cuenta con la intuición personal y colectiva del agrupamiento que aspira al poder, el cúmulo de relaciones personales e institucionales, de vinculaciones con los movimientos sociales y los liderazgos y la capacidad de generar confianza en los actores con capacidad de veto pero, sobre todo, entre los segmentos más diversos y amplios de la población, el tercer vértice de este hipotético triángulo virtuoso estaría completado.
La alianza, y la comprensión de su peso estratégico, con quienes pueden obstruir el camino y con aquellos que mediante el voto pueden aprobar la propuesta es el tercer tema. Uno de los más misteriosos y secretos.
Afortunadamente existe la estrella de los principios compartibles que guía al triángulo.