Cuando su madre vio sus ojos por primera vez, le comentó a la enfermera que algo no andaba bien.
Georgia Kate nació con una enfermedad congénita ocular que nubló sus ojos azules y limitó su visión a ver únicamente luz y obscuridad. Sus padres dedicaron los días siguientes al nacimiento a buscar opciones para el 10padecimiento diagnosticado como La Anomalía de Peter.
Oftalmólogos del continente consideraron irrealizable la operación en ojos tan pequeños como los de un recién nacido y sugirieron esperar, no sin la conciencia de que las alternativas futuras se reducían notablemente.
El doctor Bowes Hamill vio una posibilidad y se aventuró a la tarea de transplantar corneas a la pequeña Georgia Kate. El ojo derecho fue intervenido en el noveno día, el izquierdo a los dos meses y medio de edad.
Su madre Jo Anna, una enfermera de Luisiana, describe el instante en que los parches fueron retirados:”levantó su cara en el momento que sus ojos hicieron contacto con los míos, simplemente supe que podía ver”.
La ciencia, dos donadores, un doctor y sus padres le regresan la oportunidad de comenzar desde cero.