Una oportunidad más para la libertad

20 de Abril de 2024

Una oportunidad más para la libertad

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El nuevo modelo que Macron propuso desde su campaña, va por fuera de los partidos tradicionales

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El presidente electo de Francia, Emmanuel Macron, está obligado a dar resultados antes de que los ciudadanos le quiten el beneficio de la duda

Juan Pablo de Leo, enviado

PARÍS. Macron llegó de su casa de campaña al Carrusel del Louvre, acompañado por una enorme comitiva de medios de comunicación y autos de seguridad que apenas permitían a su automóvil transitar por las angostas calles de esta ciudad. El hombre más joven en llegar a la presidencia desde que Napoleón la asumió con menos de 40 años, Emmanuel Macron de 39, se bajó del automóvil con el tamaño de la responsabilidad marcado en su rostro.

La caminata que le siguió fue representativa de lo que acababa de conseguir: solo, reflexivo, andaba acompañado por el Himno a la Alegría, el himno de la Unión Europa a hombros. Durante dos minutos, la cámara seguía el paso del presidente electo a través del Patio del Louvre, mientras se dirigía al estrado donde más de 10 mil personas lo esperaban para celebrar el triunfo que tres horas antes, a las 8 de la noche, las autoridades electorales habían anunciado: 65% para el movimiento En Marche! De Macron, por encima de 35% que obtuvo la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen.

Con La Bastilla a un lado y la Plaza de la Concordia del otro, Macron, hombre afín a los símbolos, como buen francés, planteaba simbólicamente con el encuentro del Carrusel del Louvre, el gobierno de centro que pretende adoptar en un país que se encuentra profundamente dividido y una nación que ha cambiado con el paso de la globalización y la migración, muchos dicen, víctima de sus propias conquistas y el pasado con deuda que tiene Francia todavía con las colonias. Ni toda la guerra ni toda la paz, ni mano dura ni concesión absoluta. Ni republicanos ni socialistas.

El nuevo modelo que Macron propuso desde su campaña, va por fuera de los partidos tradicionales planteados desde la refundación de la Quinta República, y presenta una alternativa arriesgada con poco margen para el fracaso.

El triunfo de Macron en París era recibido con alivio más que con alegría. Los primeros cortes electorales de la jornada dominical desde el mediodía, mostraban una participación más baja que en las elecciones anteriores.

›El hecho de que no hubieran candidatos de los dos grandes partidos, el Socialista y el Republicano, por primera vez en muchas elecciones, sumada a la poca emoción que generaban Le Pen y Macron como candidatos únicos, provoco el voto en contra más que el voto a favor.

Como un taxista parisino lo describió a la perfección: una es demasiado —Le Pen— y el otro es muy poco —Macron—. Gran parte de los franceses que votaron por Macron lo hicieron después de las 5 de la tarde para mostrar su inconformidad con los candidatos, pero al mismo tiempo, ejerciendo su responsabilidad democrática de impedir que una figura como Le Pen cambie por completo los ideales de la historia política francesa. Sin duda, Francia no es la misma. Caminar por las calles de París en sus diferentes barrios es un tema que se toman con precaución.

La jornada electoral se llevó a cabo bajo un estado de emergencia que era recordado por la cantidad de policía local, federal y militar que transitaba las calles con sus armas desenfundadas. Los policías infiltrados caminando las calles vestidos de civiles pusieron atención a cada una de las personas que consideran como sospechosos, y todos en París, hoy por hoy, lo son, luego de los incidentes terroristas de los últimos meses bajo la administración del presidente saliente François Hollande. Turistas y locales se ven recordados de la situación cada que entran a un museo, a una tienda, a un restaurante, a un centro comercial: vigilancia privada revisando bolsas y cateando personas antes de ingresar. Todos pasan por la revisión, todos son sospechosos.

La gran vida nocturna de París se ha mudado a los departamentos que al pasar la noche reciben a jóvenes que llegan en grupos de amigos animados para divertirse con la música a todo volumen que hace eco en los callejones silenciosos, pero que se ha desviado de los grandes bares y centros nocturnos por el peligro que muchos de ellos perciben ante la posibilidad de otro ataque terrorista como aquel del Bataclan hace ya un par de años. Aunque las ganas de divertirse y socializar no se han ido, tampoco los ha dejado el miedo de un país que hasta hace poco, jamás hubiera pensado encontrarse en esa situación. La libertad, uno de los valores fundacionales de los franceses, se ha visto limitada en gran medida por los factores negativos e inevitables que conlleva la globalización y la migración. PrintAbajo de los departamentos, entre la música y el alcohol, en las esquinas se pueden encontrar familias enteras de refugiados sirios que han logrado cruzar al continente europeo y llegar hasta Francia sin la más mínima posibilidad de adaptarse a la sociedad. Entre perros, cobijas viejas y colchones mojados, familias de cuatro o cinco integrantes permanecen inmóviles en el frío esperando la caridad de algunas monedas que puedan recibir en los vasos de papel que utilizan para pedir limosna. Abuelas, hombres jóvenes en condiciones laborales absolutas o madres solteras que han aprendido a decir merci y s’il vos plaît, navegan sin rumbo en un país que no los reconoce ni les brinda la oportunidad de salir adelante. Sí, Francia ha cambiado.

Son esas condiciones las que aprovechó en su discurso extremista Marine Le Pen para lograr, no solamente pasar a la segunda ronda, sino obtener la votación más alta que cualquier otro candidato de su partido, el Frente Nacional, haya obtenido.

Incluso su padre, Jean Marie Le Pen, recibió una votación menor en 2002 cuando logró llegar a la segunda vuelta, pero que fue derrotado por Jaques Chirac de forma contundente. El 35% total de la votación en un país que tiene por lo general una participación electoral por arriba de 80%, habla del poder político que Le Pen tiene y que sin duda va a utilizar. Las cámaras de televisión que se dieron cita en el evento de su candidatura tras darse a conocer el resultado de su derrota, captaron el discurso de Le Pen, en el que si bien aceptó la derrota, habló de Macron como un hombre que le daría continuidad al socialismo de Hollande que tiene hoy a Francia sumida en una crisis política, social, económica y de seguridad.

Le Pen no perdió y su partido gano en términos de posiciones políticas. Emmanuel Macron, por su parte, reconoció la necesidad de generar un partido político a partir de su movimiento y ante eso viene, quizá, la parte mas difícil. Las próximas elecciones legislativas que vienen en junio serán fundamentales para lograr una estrategia de gobierno que le permita a Macron cumplir con sus promesas. En un país donde la calle manda, es necesario e importante que las políticas y los resultados sean notorios ahí, en las calles, con la gente, en su bolsillo y en el día día de una sociedad que valora mucho su tiempo libre y su vida social. Macron reconoce en ese sentido, el papel que tiene para el verdadero freno del extremismo político en Europa. Paso la bala cerca en Austria, Holanda y este fin de semana, en Francia.

Lo que en otros países es una fiesta democrática, en Francia es una responsabilidad. La democracia que Francia le regaló al mundo tras la Revolución Francesa y las analogías que se pueden encontrar con la condición política a nivel internacional de hoy en día, fue bien entendida por los electores franceses. Como lo dijo Macron en su discurso de victoria: Francia, Europa y el mundo hoy nos ven a nosotros y no les vamos a fallar con esta responsabilidad. A pesar de que familias enteras que cinco años antes habían votado por Hollande, se abstuvieron por completo en esta ocasión, los franceses comprendieron el momento histórico en el que se encontraban y decidieron estar a la altura: no eligiendo a Macron, sino rechazando a Le Pen.

Luego de recordar los tres valores fundacionales a los que pretende dar continuidad, la libertad, la igualdad y la fraternidad, La Marsellesa comenzó a sonar y a ser entonada por las más de 10 mil voces que se encontraban reunidas en el acto de victoria de Macron en el Louvre. Los asistentes, emocionados, se fueron con la promesa de un joven presidente electo que hará todo lo posible para evitar que en cinco años, los electores, vuelvan a tener una excusa para votar por el extremismo.

Un recordatorio de que este no es el fin del populismo y extremismo político en Europa, y mucho menos en Francia, que durante siglos ha vivido con un sector ultranacionalista y hasta racista que está lejos de desaparecer, y ante ello, el proyecto de Macron, reconocido por él mismo, está obligado a dar resultados antes de que las calles le quiten el beneficio de la duda, y entonces sí, las soluciones radicales sean consideradas por el país responsable de la democracia moderna