Una receta imperdible

25 de Abril de 2024

Diana Loyola

Una receta imperdible

chocolate pastel

Es viernes por la tarde, hace frío y decido hacer un pastel de chocolate. Mi bebé (que tiene poco más de dos años) es el único de mis hijos que acepta ayudarme en la tarea. Le pongo un pequeño delantal y lavo sus manos y las mías. Para hacer magia hay que comenzar con las manos limpias.

Empezamos por hacer la mise en place y Marius, con sus manitas y entusiasmo me ayuda a pesar: 125 gr. de azúcar, 125 gr. de mantequilla, 150 gr. de chocolate (oaxaqueño, del Mayordomo), 3 cucharadas de leche, 1 cucharadita de café soluble, 125 gr. de harina, una pizca de sal y 3 huevos.

Comienzo por precalentar el horno a 150° Celsius y a separar claras y yemas, las claras las vierto en la batidora y las pongo a montar junto con la sal. A las yemas les agrego el azúcar y mi chiquito, con un batidor de globo, las blanquea entre risas y cantos. Por otro lado, hago hervir la leche y se la agrego al chocolate ya troceado para fundirlo. La mantequilla derretida a fuego muy bajo la agrego suavemente al chocolate a medio desleír y muevo constantemente hasta que el chocolate es una sopa lisa y brillante, tan tersa que no puedo evitar meter el dedo para probarla.

Me doy cuenta que tenemos todo: las yemas y el azúcar quedan tan bien batidas que tienen el color pálido de la mantequilla; el chocolate temperado; las claras firmes y esponjadas a punto de picos duros y la harina cernida dos veces. Estamos listos para mezclar.

Sin detener la batidora donde están las claras, agregamos en listón las yemas blanqueadas. Una vez bien integradas, vaciamos el chocolate y el café soluble. Mientras el chocolate cae, Marius aprovecha para meter el dedo tantas veces como le es posible para saborear ese oro de color café y luego se enoja porque la espátula deja limpio el bowl y le roba la oportunidad de hacerlo él.

El harina la dejamos caer en forma de lluvia y apenas queda la mezcla homogénea, la vaciamos en un molde untado con mantequilla y enharinado. Esta vez permito que esos deditos inquietos limpien el tazón, la carita sucia y sonriente me llena de calor el alma.

Finalmente pongo el pastel en el horno, el hechizo, el misterio y la alquimia hacen su fiesta, les damos espacio por un lapso de 40 minutos. Por más que Marius canta no acuden palomas ni ratones a limpiar, así que me aplico y dejo todo a punto antes de que el olor a pastel recién horneado –que se esparce como humo de incienso y acaricia la nariz- invada la casa.

Dejamos enfriar 20 minutos y desmoldamos. Para la merienda ya está frío, lo cubrimos de crema montada y frambuesas. Marius orgulloso prueba y sonríe. Sus hermanos comen y cierran los ojos para saborear. Yo me los como con los ojos.

No sé si mi niño recuerde la primera vez que cocinó un pastel, pero definitivamente a mi esta experiencia no se me olvida.

¡Hasta la próxima!

@didiloyola