Una veladora para Jano

16 de Abril de 2024

Vicente Amador

Una veladora para Jano

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Dice Felipe, el de Mafalda: «¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer, empezamos lo que tendríamos que haber hecho?» @MafaldaQuotes, 23/01/15 El dios del principio y del final

Enero, el primer mes del año, toma su nombre del dios romano Jano. Cuenta la mitología que, en agradecimiento a su hospitalidad, Saturno le concedió el conocimiento del pasado y del futuro. Por ello, a Jano se le identifica por sus dos caras: una que mira hacia adelante; lo que está por venir, la otra —justo detrás de la primera— observa en retrospectiva; conoce lo sucedido. Esta deidad latina también se representa sosteniendo una llave y un bastón en cada mano. La llave que abre la puerta del año y el bastón por ser señor de los caminos. Jano es espíritu de las puertas, del principio y del final. Y sobre eso tratan estas líneas, sobre la clausura y el comienzo de nuevos ciclos.

Aunque desconozco la razón, no me parece casual que en enero, y los primeros meses del año, sean más claros y palpables ciclos que se cierran y otros que se abren. Sin embargo, en enero, o en cualquier otro momento del año, por decisión propia, de alguien más o del azar, el punto es que la vida nos lleva a cambiar la dirección de nuestros pasos: porque cambiamos de trabajo, iniciamos / finalizamos una relación amorosa, decidimos divertirnos más, nos mudamos de casa o, incluso, algunos pronunciamientos tan serios y alegres como tener un hijo. Ustedes sabrán mejor.

La conclusión de una etapa y el inicio de otra acarrean, naturalmente, la ansiedad de transitar un camino inexplorado. Cuando esto sucede, es común buscar acomodarnos en un contexto similar al conocido, el cual nos permita seguir en nuestra zona de confort. Pongo un ejemplo. Dejamos un trabajo y rápidamente nos interesamos por otro parecido, muchas veces no porque nos guste, incluso ni siquiera porque nos urja para sobrevivir. Lo buscamos porque es un trabajo que al tener características como el anterior, nos hace sentirnos seguros. En la zona de confort conocemos el terreno, no hay riesgos ni retos, estamos en aparente tranquilidad, el esfuerzo es menor, tampoco hay crecimiento.

Por esa seguridad, por no afrontar el temor al aprendizaje, a veces vivimos años iniciando y concluyendo las mismas historias, con distintos personajes, en diferentes locaciones, pero las mismas historias. Esas narraciones que, utilizando el título de un libro de García Márquez, son la Crónica de una muerte anunciada. Una condena al fracaso porque el actor principal no ha aprendido lo necesario para desenredar la madeja. Cubetazos de agua fría

En mi opinión, la respuesta para tener mayor claridad sobre cómo proceder ante las disyuntivas que nos presenta la vida más tiene que ver con nuestros deseos, con nuestras aspiraciones y con el esfuerzo que en ello invertimos. En el Talmud, libro que recopila leyes y tradiciones judías, hay una historia que narra el éxito de un joven que es despedido de su trabajo, mismo oficio que por generaciones habían desempeñado sus ascendencias. Al principio, el muchacho se siente triste y temeroso, porque no sabe qué sucederá después de perder el empleo. No obstante, la ansiedad inicial se convierte en la fuerza que lo impulsa, con creatividad y perseverancia, a desempeñar una actividad distinta. «La carga hace andar al burro», reza el dicho. Y «la falta de alternativas aclara la mente», apunta el imaginario Guillermo Rias. El final de la historia puede ser rosa, pero cierto. El joven se convierte con los años en un rico mercader. La forma como enfrenta la adversidad marca la diferencia.

Ejemplos de tenacidad frente a circunstancias adversas las hay muchas. Seguramente porque los seres humanos descubrimos en ellas claves para alcanzar la felicidad. Una de esas historias, que tengo muy presente porque conozco al protagonista, es la de José Villela. Muchos conocimos la noticia por amigos o por los medios de comunicación: un camión de basura que cayó del segundo piso del Periférico en el 2010. El impacto sobre el coche de José le causó una parálisis del cuello a los pies. Durante nueve meses estuvo luchando por sobrevivir. No obstante, la extraordinaria actitud de José y, como el mismo lo señala, el apoyo de Dios, su familia y amigos, lo han sacado adelante. Ahora, un médico con especialidad en psiquiatría. «A todos nos cae un camión de basura tarde o temprano. A mí, literalmente, me cayó uno», le oí decir a José. También repite con la convicción de quien conoce el camino: «La principal discapacidad está en la mente y los límites los pone uno».

El inicio de un nuevo ciclo puede ser el momento para cargarse de la valentía que implica empezar, ahora con mayor energía, conocimiento y teniendo claro qué queremos para nuestra vida. «Que el hombre cumpla lo que de niño prometió», repetía F. Hölderlin.