15 de septiembre: régimen vs. populistas

20 de Abril de 2024

Salvador Guerrero Chiprés

15 de septiembre: régimen vs. populistas

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La celebración de la independencia nacional, con gran o nulo lujo durante la cena, es una intentona de que nuestra comunidad más evolucionada, la nación, sea vivida en cada espacio de esta convención política que llamamos México.

En esa intentona podría haber más omisiones y recelos que conocimiento y generosidad para comprender el pasado y el presente.

Para asumirse como comunidad, la nación, el más importe modelo de convivencia político territorial creado en veinte siglos, válido prácticamente para todas las comunidades políticas en el siglo XXI, debe asumir que comparte una interpretación muy semejante de lo que llaman historia y que para otros es más bien pura historiografía, es decir, versiones escritas de la historia.

Existen personajes empeñados en simplificar la ya esquemática historiografía que damos como representativa de la “verdad histórica”, y señalar que algunos de esos actores relevantes, o algunos de los movimientos sociales en que participaron, tienen una y fundamentalmente una versión.

Otros más radicales responsabilizan a personajes de lo que pueden ser vistos como liderazgos sociales de amplio alcance que derrotados o no, son representativos del conjunto de lo social.

Una patria de héroes es una patria más cercana a la que invocan esos personajes.

Una patria de seres humanos en circunstancias excepcionales, con debilidades y aciertos igualmente extraordinarios, introduce una polémica que termina por hacer inhabitable el espacio común de nuestra fantasía cívica.

Entre más cercano es nuestro conocimiento de nuestra historia nacional, con las limitaciones que supone el límite de NO representatividad total de la realidad (ni el lenguaje ni los documentos visuales, materiales o digitales, pueden reproducir lo real), más advertimos los matices que ocupan el lugar de verdades esenciales aceptadas previamente como casi absolutas.

Discutir la historia, desde un punto de vista más práctico, debería permitirnos discutir nuestra actualidad. Debería permitirnos discutir los matices, de domesticar nuestras maneras de pontificar.

Ahí recomienzan los problemas: estamos dispuestos a la “comprensión” del pasado, en frase de Enrique Krauze, pero nos resistimos a conceder la misma generosidad para asimilar el presente.

Krauze es generoso con las derechas y durísimo con los “populistas”.

Aceptamos que existieron y contradictoriamente aportaron a la historia nacional las logias de centralistas y federalistas del siglo XIX pero nos negamos a conceder igual relevancia a las fracciones beligerantes del presente, armados o no armados.

La historia de la violencia legítima se detuvo en el pasado y la violencia posterior está excluida de la historia.

Por eso no podemos comprender ni al EZLN, al EPR, las organizaciones paramilitares, las de defensa civil armada o las de los propios sicarios. Por ello el énfasis en el discurso de “la seguridad”.

En el pasado todo estaba en orden y si no lo estaba estaban los héroes legítimos para arreglarlo. En el presente todo debería mantener el mismo orden.

Nuestra fantasía nos ciega no solamente para la comprensión sino para la acción adecuada a los intereses colectivos de los que somos parte.

Esos intereses colectivos, legítimamente, son de la familia, la escuela, el trabajo, el partido político.

No hay defensa de ellos, creativa y constructora de futuro, si no existe una aceptación del complejo escenario en que veremos dividirse, nuevamente a la sociedad conforme se acerque el 2018 y donde “régimen” y “populismo”, van a tener que ser sujetos a revisión.