Agua embotellada, ¿vale su precio?

20 de Abril de 2024

Ana Saldaña

Agua embotellada, ¿vale su precio?

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Más y más, veo a gente en la calle tomando agua embotellada. También en los restaurantes de cierto nivel, ya es muy común que en lugar de ofrecer agua de la casa, ofrezcan distintas opciones tanto de agua nacional como importada. Algunos lugares van más allá y como Rays and Stark Bar en Los Ángeles en Estados Unidos, tiene hasta un Sommelier de agua quien ha realizado la “curaduría” de una selección de más 40 botellas de agua de todo el mundo que son maridadas con los distintos platillos de su carta.

Sin duda, las empresas que venden este vital líquido, se han visto beneficiadas por la desconfianza que existe de tomar agua de la llave. Que por cierto, sea dicho, no está del todo mal fundada. Según el portal estadístico Statista, México tiene el más alto consumo de agua embotellada per cápita en el mundo con 67.3 galones en el 2013, seguidos por Tailandia con 59.6 galones e Italia con 51.9 galones.

Pensaría uno que con este consumo tan alto deberíamos ser expertos en el tema del agua. Sin embargo, desde mi muy particular punto de vista considero que rara vez nos ponemos a analizar e identificar las diferencias que existe entre una marca y otra. Pero ¿cómo empezar? De entrada lo más obvio es verificar su procedencia. Sin duda lo más importante que debemos tener en mente es que no toda el agua es igual: el agua puede resultar de un proceso de purificación o haber sido embotellada naturalmente. Leonardo Da Vinci decía que “el agua a veces puede tener un sabor fuerte, a veces ácido, a veces amargo, a veces ser pesada o ligera, a veces es vista como la causante de daño o pestilencia, a veces da salud y otras veces puede envenenar. Sufre los cambios en su personalidad tantas veces pasa por distintos lugares.”

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Justo sobre este tema, Michael Mascha, autor de la Guía de Conocedores a las Aguas Embotelladas Premium (“A Connoisseur’s Guide to the World of Premium Bottled Waters), explica que el agua viene de la lluvia, pero dependiendo de dónde cae, aunado a factores geológicos y meteorológicos, su sabor final se ve afectado. Por ejemplo, en la primavera cuando se deshiela la nieve en las montañas y fluye hacia los ríos, pasando por el nivel de la capa freática y saliendo relativamente rápido, resulta en un agua relativamente joven. En otras, partes, si la tierra es absorbente, el agua podría no volver a la superficie por cientos de años. Por lo mismo, esta agua cuenta con un alto nivel de pureza ya que su contacto con el medio ambiente ha sido mínimo y esto hace que tenga más minerales debido a su interacción con el subsuelo y rocas por más tiempo.

Hoy en día, hay aguas embotelladas que son elaboradas de icebergs, glaciares, manantiales y pozos. Pero también hay procesos que pueden resultar en un liquido de calidad, aunque con sabores más neutrales, como por ejemplo el proceso de destilación se puede convertir agua de mar en agua potable o por medio de la purificación de agua de lluvia y hasta de la misma agua de la llave.

Lo que es evidente es que estas diferencias impactarán su sabor. Por ejemplo un agua purificada por su naturaleza maneja menores niveles de minerales y no tiene tanto sabor. Mientras que un agua de pozo profundo, para muchos podría hasta parecer salada. Un agua de manantial a su vez, podría percibirse como más dulce. En un análisis más detallado del agua, existen distintos niveles de pH que hacen que sea más ácida o alcalina el agua dependiendo de su origen. Además, en cuestión de aguas minerales con gas, no solo es su sabor lo que cuenta, sino también la cantidad y hasta diámetros de sus burbujas.

Pero al final, todo esto no necesariamente se refleja en su precio. Hay aguas purificadas en el mercado nacional que valen lo mismo que un agua de manantial. Algunas empresas podrán argumentar que la “pureza” del agua es lo que impacta su precio, ya que cuentan con procesos complejísimos para filtrarla. Sin embargo, en lo personal considero que muchas veces estamos pagando un agua muy cara, que no necesariamente tiene un gran sabor, pero si una muy buena publicidad.

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Adicionalmente, no solo se trata de conocer su fuente. Sino que además, no existe una cultura para servirla adecuadamente. En la mayoría de los restaurantes cuando pedimos una botella de agua, esta normalmente llega a temperatura ambiente y por lo mismo es servida con hielos y muchas veces hasta con una rodaja de limón. Así entre los hielos que contaminan el sabor del agua y el limón, es prácticamente imposible probar su verdadero sabor. Es increíble como en un restaurante te pueden vender un agua “gourmet” carísima, pero ni siquiera tomarse el tiempo de enfriarla. Aunque por siglos los seres humanos hemos tomado agua a temperaturas ambiente, casi todos los pozos mantienen su agua a los 13 grados centígrados, temperatura ideal para percibir los sabores del agua. Sin embargo no soy tan exigente, no necesito que tengan una cava especial y termómetros especiales para medir la temperatura del agua, me conformo con que esté fría.

Al final del día, considero que es una elección muy personal pagar o no un agua cara. Pero sin duda, si nos tomamos el tiempo de identificar el origen del agua, explorar sus diferencias e identificar los distintos sabores, es un ejercicio que será recompensado con creces. Estoy convencida que para todo momento hay un agua especial para acompañar la ocasión. Si voy a cocinar mariscos busco servirlos con una agua más mineral. Prefiero un agua con gas, pero con pocas burbujas si voy a servir una comida especiada para ayudar a la digestión. Si lo que quiero es refrescar mi paladar, prefiero un agua fresca y ligera con toques de dulzor. Pero sobre todo, si uno va a pagar un agua cara, más vale que la disfrutemos y nos tomemos el tiempo de apreciarla. Ojalá y no solo se trate de consumir muchas botellas de agua en México, sino que también con el tiempo, aprendamos a saborearla.

Espero que tengas un buen día y recuerda, ¡hay que buscar el sabor de la vida!