En el tablero de las posiciones de poder hacia el 2018 parece evidente, por ahora, una tercia de estrategias elementales.
Entre ellas: que el PRI buscará la división de los opositores y mantener a toda costa a sus partidos cuasi satélite; que el PAN buscará, con respecto a sus alianzas exploratorias exitosas de 2009, un compromiso mayor; y que la izquierda intentará un plan que dé credibilidad a un frente común contra el PRI.
En la izquierda existen mayores divergencias y desafíos considerando la polarización respecto de la figura de Andrés Manuel López Obrador y la emergencia de Miguel Ángel Mancera, Graco Ramírez y Silvano Aureoles, además de la iniciativa de promover a un candidato ciudadano que comenzó a mencionarse en el seno del PRD desde el inicio del año.
Las decisiones de la integración de las diferentes estrategias se iniciaron en el inmenso tablero de ajedrez de la política nacional.
En trece entidades donde habrá elecciones hay decisiones casi inmediatas por tomar y que incorporan actitudes y comportamientos que merecerán la atención social que hace algunos sexenios tardaban en ser advertidas por la enorme audiencia que constituye y crea opinión pública.
Ahora cada paso puede ser un gran acierto o un gran fracaso.
Lo mismo pasa con los legisladores, los procesos de nominación, las justificaciones respectivas así como las formas de representación de las mismas registradas en los medios en todas sus manifestaciones.
Las decisiones por sí mismas y la manera de su justificación y representación impactan también a los actores de los medios de difusión, especialmente aquellos investidos por la práctica del diarismo en medios de impacto nacional de un poder de interlocución mayor con la Presidencia de la República.
En el escenario de lo nacional lo local comenzará a adquirir una dimensión inédita. Guadalajara, Monterrey, Cuernavaca y las delegaciones políticas en el Distrito Federal, serán muestra de ello.
Ahí mismo, en lo más inmediato al ciudadano construirá un reacomodo del peso de la información y la comunicación y podrá alterar, como nunca antes, el rumbo del juego de ajedrez que decidirán los adversarios hacia el 2018.
Tiempos viejos y nuevos pueden derribar o elevar en el juego general a peones y reyes o a quienes aspiran a serlo.