El juego del hambre y del olvido

18 de Abril de 2024

Antonio Cuéllar

El juego del hambre y del olvido

antonio cuellar ok

Desde la intolerancia antidemocrática de los sesentas, o la mayúscula devaluación del peso frente al dólar al final del sexenio de Luis Echeverría, pasando por la corrupción rampante que caracterizó los períodos de gobierno de López Portillo y Enrique Peña Nieto, o la inflación galopante que destrozó el patrimonio de millones de mexicanos al final del sexenio de Miguel de la Madrid, hasta los fenómenos de atroz inseguridad vividos al final de la presidencia de Zedillo y durante las dos administraciones panistas de Fox y Calderón, los mexicanos han definido su voto alrededor de un factor recurrente a lo largo de los años: la esperanza.

La gran mayoría de electores que determinará el rumbo que habrá de emprender este gobierno durante la segunda mitad del sexenio para el que fue designado, son nietos, hijos o actores mismos de un fenómeno que la inmensa mayoría de los mexicanos hemos vivido, el del hartazgo.

Ha sido un importante número de familias pertenecientes a todas las clases sociales de este país las que han transmitido a sus hijos el mismo repudio contra gobiernos priistas o panistas, por igual, basados en la trágica experiencia de haber sido testigos de la manera en que inefables servidores públicos llegaron a asaltar las arcas del Estado, a gozar de privilegios que a nadie debieran corresponder, o a comportarse con altanería y prepotencia frente a un pueblo que, en términos generales, se le ha sometido inmoralmente al sufrimiento de la carestía.

Este es un año extraordinariamente trascendente para la historia de México. Se resolverá cuál es el camino que irá a seguir, entre el de la compartición del poder y la alternancia, que a lo largo de las dos últimas décadas había venido construyéndose, o el de la reinstalación del poder unipersonal e identificación sexenal de rumbos de desarrollo y crecimiento, parecido a lo que tuvimos hace cuarenta años y que tanto daño le causó al país.

Las estadísticas muestran una aprobación mayoritaria de la gestión que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha venido desempeñando al frente de la administración pública del país, un resultado que podría ser altamente cuestionado ante la comprobación fehaciente de pésimos resultados en todas las áreas a lo largo de sus dos años de gobierno (economía, seguridad, educación y salud, por mencionar algunas). ¿Cómo habrá de decantarse el voto de los ciudadanos en el mes de junio en que se lleve a cabo el mayor proceso electoral que México haya tenido en su historia?

La apuesta del gobierno se inclinará seguramente en la prolongación de los discursos que maquillan la realidad y se centran en la descalificación absoluta de cuanto se hizo en el pasado, por un lado, y en la repartición ilegal de los recursos económicos que una hacienda raquítica podrá recaudar después de la pandemia, por el otro. ¿Habrá auditorías al gasto público después de la elección?

Quizá esa estrategia incurra en un menosprecio a la capacidad de razonamiento de quienes gozarán del máximo número de votos para definir la contienda electoral.

La organización mediática que provocó el agotamiento del modelo económico que ha llevado al mundo a su estado actual, y a México a la transición que le abrió la puerta a la Cuarta Transformación, contó con marejadas inconmensurables de mensajes instantáneos a través de las redes. Es la información que nutre los sueños, las aspiraciones y las resoluciones de la enorme juventud mexicana, que se suma a la clase económicamente productiva, y que también se convertirá en la nueva demandante de empleo y de autonomía. Ellos definirán la elección.

Está entonces en juego la apuesta entre la manipulación de los millones de mexicanos en estado de necesidad, contra la movilización activa de los otros millones de ciudadanos que tienen acceso a la información que se comparte a través de los teléfonos inteligentes.

La izquierda tiene una base de adeptos muy importante en nuestro país, como sucede con todas las naciones que conforman el hemisferio sur de nuestro continente. Hay una pluralidad importante de activistas que no descansarán en el esfuerzo por hacer llegar a los electores el mismo mantra de la corrupción que tan profundamente caló en el 2018. La repetición de su canto ¿servirá para difuminar los efectos negativos que evidencia la realidad en que la impericia de nuestros gobernantes nos ha situado?

Es ahí en donde la tradición oral podrá volver a jugar el papel que periódicamente ha venido ocupando a lo largo de nuestra historia contemporánea. Seguirá habiendo muchos mexicanos que se identifiquen con gobiernos revolucionarios, y habremos muchos más que condenemos el aprovechamiento indebido del poder para beneficio de unos cuantos. Sin embargo, ante el hartazgo que provoca un gobierno indolente al sufrimiento que atraviesa el país, inmoral en la manipulación de la verdad, y soberbio en el reparto de los beneficios, ante todo, serán más los mexicanos que no aceptarán el olvido.

La elección será el proceso que nos servirá para saber de qué estamos hechos los ciudadanos. ¿Prevalecerá el voto de quienes serán manipulados, o se hará valer la decisión de quienes están informados?