El rompecabezas

18 de Abril de 2024

Antonio Cuéllar

El rompecabezas

Descifrar los planes de la política es equivalente a tratar de anticipar la figura que formará un rompecabezas, pero sin contar con el retrato que aparece en la caja que contiene las piezas. Sólo hasta que varias de éstas juntas van dibujando alguna imagen entendible, es cuando quienes participan en el pasatiempo llegan a entender la visión de quien lo hubiera diseñado.

Llevamos un poco menos de diez meses sujetos a una nueva visión de país y las piezas del rompecabezas que han sido colocadas sobre la mesa no logran ilustrar, bien a bien, la fotografía que su autor quiere entregar en el momento mismo en que el tiempo de esta gestión llegue a su término. Algunas esquinas del tapizado y la unión cierta de dos o tres colores nos permiten anticipar, sin embargo, que podría tratarse de una obra abstracta que a muy pocos llegará a satisfacer.

En el ámbito de lo político, por ejemplo, las piezas que aparecen desplegadas muestran una intención totalitarista y autoritaria que contradice el espíritu democrático del México moderno que se había venido diseñando desde hace una treintena de años. No puede ser otra la conjetura, cuando vemos cómo el desenvolvimiento cotidiano del Ejecutivo no busca otro propósito sino el de someter a todo aquel que se oponga a un plan que él personalmente ha definido y muy pocos a su alrededor llegan a entender; ese es su mensaje cotidiano: la amenaza latente en contra de los expresidentes de México y sus partidos -cuando se refiere a la posibilidad de que el pueblo los juzgue por delitos que hubieran cometido durante su gestión-; el ataque incesante contra las administraciones pasadas a quienes ha etiquetado de manera indeleble como neoliberales y conservadoras; el empleo de la retórica anticorrupción como mecanismo de sometimiento usado contra cualquier adversario político y el ejemplo vivo y materializado de éste, mediante la extinción abrupta y anticipada del mayor proyecto de infraestructura que el conservadurismo podría haber dejado como legado para un país que, ahora, se dice, renace con nueva sangre.

Es también la conclusión que se alcanza cuando apreciamos un claro adoctrinamiento de una juventud que está a punto de sucumbir ante un modelo económico que borrará todo vestigio de lo que México pudo ser -desde su incursión en los mercados internacionales y el establecimiento de una disciplina fiscal que, bien o mal, concedió una treintena de años sin altibajos cambiarios-. Así lo evidencia el reparto de becas a jóvenes sin estudios ni trabajo; el impulso de una reforma educativa que retrotrae los efectos de aquella concebida hace seis años con el objeto de recuperar la soberanía del Estado y someter la aviesa ambición de la CNTE en su camino por apoderarse malamente de los estados más poblados y desfavorecidos por el progreso; el sometimiento de los medios de comunicación -a través de iniciativas amenazantes y el establecimiento de contribuciones a su cargo-, y un claro adoctrinamiento de una población que, en una decena de años, llevará en su memoria la figura enaltecida de un presidente desmañanado al que, en las noticias y redes sociales, se le acompañó reverencialmente con el único anhelo de impedir que su omnipresencia fuera un arma de disminución o destrucción de derechos de libertad y desarrollo duramente conquistados.

No es clara esa sección obscura de esta obra que se viene dibujando en los últimos días; piezas que presagian una país sombrío, en el que una población dividida se debatirá violentamente entre lo que pudo y llegará a ser; entre gozar digna y libremente de los frutos del propio esfuerzo o agradecer un obsequio generalizado que nos permita sobrevivir sin envidias…ni aspiraciones.

El Presidente no actúa por instinto, su plan está trasado; tanto como supo hacer las cosas durante dieciocho años para llegar al asiento en que se encuentra. Su perseverancia no se somete a discusión y su tenacidad ha sido probada a fuego y espada. Por eso, su visión de México debe de tomarse con seriedad y, posiblemente, con temor.

La decisión suya de no contrarrestar por la vía de la ley las manifestaciones violentas ocurridas en la capital la semana pasada, no puede constituir un fenómeno imprevisto, un movimiento espontáneo. La naturalización y la administración de la violencia es lo que ha hecho toda su vida; y entiende que éste puede ser un instrumento terriblemente poderoso para someter socialmente a cualquier disidencia, por cauces que las fuerzas institucionales no podrían atravesar.

El anuncio de las nuevas iniciativas y figuras que quedarían incorporadas en la fiscalidad, que constituyen una verdadera afrenta contra esa fuerza de la economía que somete y que contiene el ejercicio desmedido del poder, constituye un aviso de la decisión ya tomada en el sentido de reconducir al crecimiento y distribución de la riqueza, exclusivamente a través de los cauces y sujeto a las condiciones que define el gobierno. El empresariado cede silencioso y lo acompaña con la única esperanza de conservar un estado actual de trabajo, de desarrollo o de privilegios que se desdibuja a pasos acelerados. Finalmente, por la vía impositiva, someterá al único contrapeso que le faltaba.

La fotografía que forman las piezas refleja un país en el que la oposición no es otra sino la que se forma cada mañana en la imaginación de quien nos dirige; un país que entiende su deseo y necesidad de acabar con la clase política que durante años lo saqueó, pero que se debate por impedir que la clase alternante termine con aquellas instituciones que nos han mantenido y han alumbrado, para nuestro propio bien, la fuerza de nuestra pluralidad.

Han pasado apenas un poco menos de diez meses, y todo hace parecer que los guiños de esta administración con Centroamérica nos conducen hacia un sendero obligado de empobrecimiento, embelezados por falsos sueños de soberanía y discursos de igualdad. Poco se ha sopesado la importancia que tiene en el proceso de desarrollo de la humanidad, y en el nuestro como consecuencia, el respeto por la libertad, por la democracia y el estado de derecho. Faltan muchas piezas para terminar de armar este cuadro, pero pocas para llegar a entender el dibujo que estamos formando. El presidente hace lo que sabe, pero no sabe lo que hace. Ojalá que esta visión sea una muy deseada equivocación.