La manzana envenenada

18 de Abril de 2024

Antonio Cuéllar

La manzana envenenada

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Si el presidente de la república es en esencia un estratega electoral, ¿qué podría esperarse de él cuando está de por medio la continuidad de su proyecto de Nación en el 2024? La iniciativa de reformas a la Constitución en materia eléctrica no tiene otro propósito sino el de destruir a la oposición y facilitar un resultado positivo para Morena en el proceso para la designación del próximo titular del Ejecutivo Federal.

Es ahí que, en el juego para ganar la bolsa electoral, la proposición “patriótica” de revertir la reforma energética se convierte en la manzana envenenada que el PRI debe identificar y regresar, consciente de que no es el único partido bisagra en el Congreso.

No haber respondido con inmediatez al reto que ante sí ha arrojado el presidente, demuestra que en el PRI hay muchos años de quehacer político. Aún con fuerza institucional disminuida, el partido entiende el valor que el mero transcurso del tiempo imprime a la decisión que habrá de tomar con relación a la contrarreforma energética.

Cualquiera que sea el sentido de la resolución que asuma, sin embargo, parecería claramente negativa en su propia contra. Si aprueba la iniciativa y vota con Morena, facilitaría la destrucción del país y sepultaría un proyecto estratégico impulsado por un expresidente priista desde el Pacto por México: un suicidio. La aprobación de la reforma acarrea una afectación mayúscula a las finanzas del país. Si vota en contra, facilitará la utilización continuada de la “traición a la patria” y la “corrupción” como elementos de la discursiva presidencial a lo largo de los años por venir.

Sólo el presidente y sus allegados saben, bien a bien, qué cartas tienen guardadas en contra de los legisladores priistas, para someter su voto al proyecto de contrarreforma que ellos mismos han diseñado. ¿quiere verdaderamente el presidente provocar el quebranto que con toda seriedad, analistas y expertos han anticipado con sólido fundamento?

El PRI y la oposición no están derrotados, porque el procedimiento de reformas a la Constitución y a las leyes atraviesan grandes vericuetos en las Cámaras del Congreso, y ahí, en comisiones, que facilitan la construcción de enmiendas y contrapropuestas, es que podría encontrarse en un momento dado, la estrategia para conocer, realmente, cómo y con que tanta fuerza están construidas las alianzas.

La reforma energética aprobada en el primer trienio de la presidencia de Enrique Peña Nieto fue la conclusión de un proyecto mayúsculo que significó la redirección de la actividad estatal en la realización de actividades estratégicas. Con ese propósito se crearon empresas productivas del estado con vocación comercial, y se facilitó la participación de capital privado para liberar obligaciones financieras de carácter público que comprometían el crecimiento del país en otras áreas esenciales.

Desde la época en que la reforma fue concebida hasta la fecha, muchas cosas han cambiado, especialmente en el ámbito climático y del medio ambiente. Quizá la reforma energética sería perfectible desde una perspectiva ecológica, como de hecho nuestra realidad lo demanda.

No siendo prudente revertir la reforma desde la perspectiva que compete al carácter monopólico de los órganos del estado encargados de suministrar el fluido eléctrico, un modelo que ya fue superado y del que se tienen claros registros de mala administración y corrupción inagotable, sí resulta conveniente, en cambio, valorar la conveniencia de reforzar la vocación ambiental de los nuevos proyectos para la generación de energía eléctrica, y dar autonomía constitucional a los órganos de autoridad a los que corresponda evaluar y autorizar dichos proyectos.

Nada impide que, mediante nueva iniciativa, o mediante reservas y proyectos de enmienda, se rectifique la propuesta del presidente de la república y, en dictamen que elaboren las comisiones o las cámaras que habrán de discutir este asunto, se valore el impacto ambiental que está de por medio atrás de la generación de energía en el país.

La alianza opositora tiene una oportunidad para demostrar su calidad creativa y su experiencia en la actividad de gobernar a México, y puede arrojar una manzana que deberá poner a prueba la vocación del partido en el poder y aquellos que lo acompañan.

Al final de cuentas, en esto de sumar votos, pueden valer tanto los de la oposición como los de quienes hoy nos gobiernan, y la desaparición del PRI como víctima del envenenamiento que acompaña a la iniciativa, no puede ser sino la de cualquier otro partido si la manzana se les devuelve a ellos. Es sólo una cuestión de tiempo y de paciencia, la que llevará a conocer al partido que le de la primera mordida.