Los restauranteros y el Derecho Humano a la Ciudad

25 de Abril de 2024

Antonio Cuéllar

Los restauranteros y el Derecho Humano a la Ciudad

antonio cuellar ok

La pandemia del COVID ha alcanzado un grado alarmante y tiene un efecto peligroso –que ya se anticipaba–, no sólo con respecto a la vida y la salud de todos los mexicanos, sino también para la economía nacional.

A pesar de que ha resultado urgente y necesaria la adopción de medidas de salubridad general que son indispensables para evitar la propagación del virus –que ha llevado al colapso al sistema hospitalario público y privado de México, se critica el hecho de que en la adopción de políticas sanitarias no se conciban mecanismos de atención al problema con una visión holística. ¿Cómo remediar la crisis y evitar la muerte de mexicanos, y al mismo tiempo seguir permitiendo el amplio funcionamiento de la economía?

Las voces críticas son muchas y son serias, y los argumentos que esbozan no son desdeñables, si se toma en cuenta que un buen número de países asiáticos, en donde empezó el problema, han logrado superar las curvas de contagio y han recuperado la dinámica monetaria que facilita su desarrollo y estabilidad.

El estado de precariedad en México es de tal gravedad que, el día de ayer, los restauranteros desafiaron abiertamente al gobierno de la CDMX y amenazaron con abrir sus locales, en un franco estado de desesperación, por el trato inequitativo que el comercio legalmente establecido recibe frente al ambulantaje informal. El gobierno se ve increíblemente pequeño y rebasado ante un número desproporcionadamente alto de personas fallecidas, trabajadores desempleados, hospitales y funerarias abarrotados, y negocios quebrados.

La desesperación obedece a la falta de entendimiento del marco constitucional que rige la pandemia, a la evidente voluntad de darle al fenómeno de salud una utilidad política, a la impericia de la administración federal y de la CDMX para tratar un problema de protección ciudadana de esta envergadura, y la falta de sensibilidad y empatía con quienes generan empleo y bienestar, a quienes empeñosamente se ha identificado como enemigos del régimen.

Debe de reconocerse en algún momento que ver el problema de la pandemia en colores blanco y negro, es un error. La evolución en el conocimiento del virus y su comportamiento en el cuerpo humano ha arrojado toda una paleta de grises, que se deben de aceptar y que deben dar lugar al reconocimiento de que, efectivamente y porque en este caso es natural que hubiera sucedido, han habido errores y equivocaciones; pero se pueden superar.

El mal manejo económico de la crisis, desde un punto de vista asistencial o, prácticamente, desde la perspectiva regulatoria y de tolerancia, debe de cambiar.

¿Es factible que abran los establecimientos mercantiles de actividades no prioritarias y se eviten los contagios?

En el mes de marzo del año pasado, Madrid, capital del país de Europa que más turistas del mundo recibe al año, ocupaba los encabezados del periódico por el alto nivel de contagios y muertes provocado por la pandemia.

Afortunadamente, fue superado el pico de la curva y recuperada la confianza en su sistema hospitalario.

¿Funciona la actividad restaurantera y de hotelería? Y ahora, con la entrada de la tercera ola de contagios ¿Se han vuelto a cerrar los restaurantes?

La confirmación de que el mayor número de contagios no tiene verificativo en los restaurantes abiertos, sino en las fiestas y reuniones privadas a puerta cerrada, ha permitido que dicho giro comercial, y todos los que puedan equiparársele, continúen funcionando. Evidentemente, la expedición de un conjunto importante de ordenanzas y medidas establecen condiciones atípicas que sirven para permitir la continuidad de la operación de dicha actividad, sin peligro para los clientes o para los trabajadores.

Dado que las actividades al aire libre garantizan una disminución del contagio, se ha autorizado en forma extraordinaria la ocupación de las aceras y del arroyo vehicular, para que al frente de los establecimientos y sin impedir la circulación de automotores en la calle de que se trate, o de peatones en las banquetas, se establezcan o construyan terrazas, en las que se permite dar atención segura al público y, paralelamente, el funcionamiento de esta importante rama de generación de empleo. Madrid tiene hoy, más que nunca, terrazas al aire libre que amplían su oferta gastonómica.

Europa atraviesa un invierno que es más importante y mucho más crudo que la temporada que enfrentamos en México. Las nevadas del fin de semana lo evidencian y nos permiten advertir el gran contraste existente con relación a las bondades que nos ofrece nuestra cercanía al ecuador.

¿Porqué, ante la legítima demanda de empleadores y trabajadores de la industria de la alimentación y hotelería en México, la respuesta que ofrece el gobierno de la Cuarta Transformación es tan cerrada?

La Constitución Política de la Ciudad de México ofrece a todos los capitalinos el Derecho Humano a la Ciudad (así se llama). Ha sido éste el fundamento por el que se tolera el ejercicio de una actividad perniciosa para la vida de la propia ciudad, la del ambulantaje, por la que cientos de miles de personas se apropian de la vía pública para realizar actividades económicas.

Ante la extraordinaria necesidad que arroja la pandemia, ¿porqué no existen ordenanzas que de manera temporal y excepcional establezcan las directrices para que las autoridades administrativas permitan la ocupación de la vía pública para garantizar el servicio de la industria restaurantera al aire libre, aprovechando las buenas temperaturas de nuestro invierno tropical? ¿Acaso no se puede garantizar de mejor manera la política de distanciamiento social, de ocupación reducida y de horarios limitados? ¿Puede ser válida la ocupación de la vía pública para unos, pero no para otros? ¿El Derecho Humano a la Ciudad es propio para los desempleados, pero inaccesible para quienes tienen que pagar un salario?

El punto clave, además, es que no tendría siquiera por qué hablarse de una política emprendida exclusivamente en la Ciudad de México. Al tratarse de un fenómeno sanitario que se disemina a lo largo de todo el territorio nacional, la Constitución le confiere competencia al Consejo de Salubridad General, dependiente directo del Presidente de la República, para dictar medidas de esa naturaleza con alcance en todo el país.

Hace mucha falta ponerle una pausa al modelo de gobierno centrado en la confrontación, que ve todo en colores blanco y negro, para permitir que, mientras persista el estado de emergencia nacional que nos tiene temerosos y a la espera de un mal desenlace, se impulsen medidas en las distintas tonalidades de gris que pueden llegar a concretarse, de las que depende en una buena medida la subsistencia de los mismos mexicanos a los que se pretende proteger por el camino del encierro forzoso.

O se le permite a la gente invertir y trabajar, prudentemente, o se asume el costo político de repartir el dinero que hoy se destina al sufragio de las obras emblemáticas del proyecto político en curso. No se puede chiflar y tragar pinole.