Refundación nacional

25 de Abril de 2024

Antonio Cuéllar

Refundación nacional

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Sin tener un ánimo catastrofista ni caer en las garras de las terribles teorías de la conspiración, ésta de sacar a México adelante del terrible episodio en que se encuentra no aparenta ser una tarea fácil, si la política para lograrlo se sostiene en la distracción del dinero necesario para la adquisición de respiradores para el sistema hospitalario, que atiende a miles de enfermos por una pandemia global, para la compra de estadios deportivos.

¿Qué sucedió con el preconcebido héroe de la historia que lograría la transformación nacional?

En un artículo reciente de Ana Paula Ordorica, aludía a México como una mesa de cuatro patas, cada una relacionada con las cuatro fuentes principales de ingresos que la sostienen: el petróleo, las remesas, el turismo y las exportaciones. ¿Cómo podrá sostenerse México si dichas patas han dejado de existir?

La alegoría no podía ser más oportuna, ahora que las calificaciones de los bonos soberanos se han reducido, y que el precio de los futuros del petróleo ha caído a un terreno negativo, -un hecho que jamás en la historia había ocurrido. En estas condiciones, ¿qué dicta el decálogo de la cuarta transformación que subsane las deficiencias de las teorías neoliberales? Fuera de la repetición retórica de combatir una corrupción que en teoría debería de haber dejado de existir hace dos años, ¿la consolidación del país se va a lograr vendiendo el avión presidencial y ahorrando dinero de los trabajadores al servicio del Estado? La verdad es contundente: no existe un plan de desarrollo nacional.

A pesar de que el punto de quiebre de nuestra economía ha venido a obedecer a una circunstancia global de orden coyuntural, en el origen el país venía soportando malas decisiones que empezaron a dibujarse desde la votación popular que interrumpió el proyecto del Aeropuerto de Texcoco, y hasta la última de la cervecera de Mexicali. Al Presidente se deberá atribuir el resultado que provenga del manejo de la crisis de Covid-19. Los problemas se afrontan con el sentimiento del día en que van apareciendo.

Para salir adelante, nuestro país necesita a un experto en economía, con un liderazgo social incuestionable. Siendo válido sostener que el segundo requisito se ve colmado por el Presidente de la República, resulta igualmente válido confirmar que su contumacia en la toma de malas decisiones económicas también lo confirman como un mal constructor de una política de gobernanza que pueda conducirnos a superar esta crisis.

Cuan obscuro que nos parezca, el horizonte se aprecia con absoluta claridad, y nos indica que el proyecto de Morena no se va a lograr; muy probablemente va a fracasar.

No se ve por dónde se puedan construir dos millones de empleos, al mismo tiempo que se pierden diariamente veinticinco mil.

No se ve cómo se van a soportar las políticas sociales que lo apuntalan, cuando las contribuciones que se recaudan para lograrlo se destinan a proyectos que, anticipadamente, las calificadoras reprueban por inoportunos e inconducentes.

Es lamentable pensar que este sexenio se vaya a perder, pero resulta necesario empezar a dibujar escenarios de remplazo; la esperanza muere al último. Así las cosas, de subsistir la institucionalidad y suponiendo, desde luego, que el Presidente lograra gozar de un voto de respaldo en el 2022, que le permita completar el término para el que fue nombrado, ¿Cómo vamos a subsistir hasta el 2024 y qué va a seguir a partir de entonces?

Desde hace tres décadas se ha venido diseñando y construyendo un marco normativo que facilita la inversión en México, para convertir al país en una potencia exportadora de bienes manufacturados. Es la mejor forma de generar empleo y, consiguientemente, bienestar para la población. La última pieza del tejido fueron las zonas económicas preferentes. Este gobierno tiene una visión distinta del país y se ha empeñado en destruir la idea clara del rumbo que nuestra nave seguía, incluso hasta el proyecto de las zonas económicas antes mencionado. Sin embargo, no ha construido un plan o un discurso claro que permita saber hacia dónde nos dirigimos.

En el estado actual de cosas y de regreso a la administración de nuestras precarias y decadentes fuentes de ingresos, podemos considerar que las únicas remanentes tendrían que ser las provenientes del turismo y la exportación. Los ingresos por remesas no se deben computar como ingresos formales generadores de un crédito fiscal, y el petróleo, en franco declive, no se debe de contabilizar, no sólo por el grado de endeudamiento de la empresa encargada de su extracción, sino por el desplome del precio del crudo al nivel histórico que ayer nos ha llegado a sorprender.

El problema de la obtención de ingresos por turismo y por manufactura para exportación está ligado a la inversión. A pesar de que se trata de fuentes legítimas de divisas que servirían para el sostenimiento de nuestro país, el crecimiento de ambos sectores no se ha logrado consolidar, ni podrá consolidarse ciertamente en el futuro, porque ambos demandan de estabilidad. México no ha gozado de dicha estabilidad desde el 2000, porque la violencia, la corrupción y la turbulencia política se lo han impedido.

Ha habido un factor constante de desestabilización de la política nacional que provoca desconfianza en los inversionistas, que siempre impedirá la continuación del camino que desde hace varias décadas se ha venido trazando, dicho factor se llama Andrés Manuel López Obrador, que ofrece como constante la certeza de su propia obstinación.

Es previsible que el caldo que se compone de todos los factores que nublan el panorama en el que actualmente vivimos, provocará un aterrizaje forzoso de nuestra economía que acabará por ser muy doloroso para todos los mexicanos. El autoproclamado héroe de los libros de historia, que debería fungir a la par de las efigies de Hidalgo, de Juárez, de Madero y de Zapata, podría llegar a formar parte de los capítulos negros que la conforman. Ojalá que se de cuenta y logre dar una vuelta al timón que evite tan desafortunado derrotero; ojalá que logre superar esa visión antagónica del candidato opositor que está opacando su trayectoria como gobernante mayoritariamente electo.

De cualquier modo, en el escenario previsible de que las cosas salgan mal, pero de lograrse la conservación de la Unión y del Pacto Federal, y de mantenerse la paz y la civilidad de México, podríamos advertir la necesaria superveniencia de un acuerdo de refundación nacional, un nuevo pacto social como el que ya se propone.

Se trataría de la consumación material de una lucha de clases que a lo largo de varios siglos han mantenido a un país dividido. El descubrimiento de nuestra identidad y los principios que pueden servirnos para construir un destino, a partir de la calamidad. La recuperación de nuestra vocación de potencia social, cultural, económica y moral a partir del fracaso de todas las fuerzas políticas que hasta ahora lo han venido dirigiendo. Quizá sea el momento de anticipar la forma en que el país y los líderes que lo forman pueden lograr, para levantar aquello que su actual clase política acabará por terminar.

La historia y las circunstancias nos han venido a colocar en una posición terriblemente peligrosa. La continuación de la política de división puede dar lugar a una fractura anticipada, indeseada, del frágil pacto social que nos mantiene unidos. La oportunidad que facilite el inicio de un proceso de transición hacia un país más justo, paradójicamente, ha quedado en manos del líder político que más ha dividido a los mexicanos.