Arriesgado, apostar por una vacuna en otoño

24 de Abril de 2024

Arriesgado, apostar por una vacuna en otoño

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Dado el tamaño de la pandemia, una vez que se logre el remedio, vendrán los problemas de distribución y venta, lo que presenta obstáculos desde los puntos de vista económico, regulatorio, geográfico y geopolítico

Gobiernos del mundo compraron por anticipado millones de dosis de la vacuna contra Covid-19 y otros más lanzaron programas de pruebas con la idea de que la cura del coronavirus estará disponible en septiembre u octubre.

Sin embargo, hay suficientes motivos para ser, si no pesimistas, cuando menos pacientes. De acuerdo con una publicación reciente de la revista The Lancet, hasta ahora el tiempo promedio para que se desarrolle una vacuna es de 10 años, y sólo 6% de los ensayos terminan en éxito.

La Organización Mundial de la Salud reportó recientemente que existen 10 proyectos de vacunas que se encuentran en fases clínicas (es decir, que se están probando con humanos), y 126 en fases preclínicas.

“No todas las plataformas funcionarán”, le dijo a The Lancet Adrian Hill, uno de los científicos de la Universidad de Oxford que participa en el desarrollo de la vacuna llamada AZD1222.

De hecho, la publicación informa que la tasa de éxito típica para el desarrollo de vacunas es apenas del 6 por ciento. De lo que se podría inferir que sólo ocho de los 136 desarrollos que se están haciendo van a funcionar. Pensar que los laboratorios que llevan la delantera en esta carrera serán los exitosos también puede ser un cálculo demasiado optimista.

Terreno desconocido

Ante Covid-19, los científicos “vacunólogos” se encuentran en un terreno desconocido, pues, hasta la fecha nunca se ha hecho una vacuna contra un coronavirus; no se había considerado necesario ya que, de los seis coronavirus infecciosos que se conocían antes de la llegada del SARS-CoV-2, cuatro provocan síntomas ligeros y los dos peligrosos, el del SARS y el del MERS, se habían neutralizado y erradicado con medidas sencillas y no farmacéuticas, como las que estamos tomando ante la actual pandemia.

Además, dos de las tecnologías en que se basan los desarrollos más avanzados son relativamente nuevas y, aunque se supone que son muy seguras, no se tiene la certeza de que lo serán en este caso.

De hecho, ni en la Unión Europa ni en Estados Unidos (los lugares donde se están haciendo la mayor parte de los proyectos) se han aprobado vacunas hechas con la tecnología del ARN mensajero ni con la del vector de adenovirus, que son las que usan los tres laboratorios que están en la fase de las pruebas clínicas.

El proyecto más avanzado es el de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, que en este momento están haciendo los primeros estudios de fase 3, un ensayo con 10 mil adultos sanos de entre 18 y 65 años, en el Reino Unido. Además, están preparándose para hacer una prueba con 30,000 voluntarios en los Estados Unidos este verano.

La vacuna de Oxford y AstraZeneca parece tener algo que no todos los esfuerzos podrán tener: la posibilidad de hacer una producción a gran escala. De hecho, mientras hacen las pruebas clínicas están construyendo la infraestructura para poder producir la vacuna, financiada con la preventa de las dosis.

Sin embargo, esta inusitada velocidad aún debe, por ética y seguridad, esperar a que otros grupos independientes corroboren los resultados de sus pruebas clínicas.

Dada la demanda mundial que existe, es deseable que más de uno de los proyectos tengan éxito, pero una vez que así sea desde el punto de vista biomédico, vienen los problemas de distribución y venta, lo que presenta obstáculos desde los puntos de vista económico, regulatorio, geográfico y geopolítico.

En principio, las primeras dosis deberían ser para los trabajadores de la salud en todo el mundo y para las poblaciones de riesgo; pero más bien se destinarán a los pobladores de países que han invertido en los desarrollos, es decir: Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Europea. México tendrá que esperar y no es posible saber cuánto.

México pierde soberanía en producción de medicamentos

En los años ochenta, el país exportaba vacunas a 15 países; hoy 90% de los compuestos provienen del sector privado.

Con la Covid-19, una de las pandemias más brutales que se recuerdan desde la gripe de 1918, la palabra vacuna se ha convertido hoy en el término de la esperanza en todo el mundo.

Pero México, como tantas otras naciones, “ha ido perdiendo su soberanía en este campo, arrastrando con ello la investigación que se desarrollaba en sus laboratorios y el empleo que se generaba. Ahora la dependencia internacional obliga a competir en un mercado donde ganará el que más dinero ponga sobre la mesa”, informó el diario El País.

De acuerdo con el diario español, hace décadas México contaba con un sistema de inmunología tan sólido que no sólo abastecía a la población de todos los biológicos recomendados por la Unicef, sino que exportaba a 15 países.

“La producción ahora es mínima, más del 90% de las vacunas que se aplican en México provienen del sector privado”, dice Fernando Ramos, profesor de la facultad de Medicina de la UNAM, citado por el diario madrileño.

El académico laboró en el Instituto de Higiene a finales de los ochenta, cuando todo el sistema de inmunología federal se estaba desmantelando. “Hoy el Birmex, como se denomina a los laboratorios nacionales y de reactivos de México apenas se encarga del tétanos, la difteria y la poliomelitis”, añade El País.