Bono y sus canciones

20 de Abril de 2024

Luis Alfredo Pérez

Bono y sus canciones

Probablemente usted lo escuchó. Hace dos meses, durante su más reciente acto de presentación de nuevos productos, la compañía Apple anunció que el último álbum del grupo irlandés U2 sería colocado en las sonotecas digitales de sus 500 millones de clientes de iTunes de manera gratuita, pero también sin preguntar.

Twitter, Facebook y similares sirvieron para expresar todo tipo de protestas –– que pueden resumirse en dos. ¿Qué derecho tiene Apple a invadir mi aparato? ¿Y quiénes se creen que son U2 para creer que su música es bienvenida en mi colección?

A toro pasado, ambas partes se dieron cuenta que habían jugado con fuego. Pocas cosas sentimos más personales que la música que escuchamos.

El asunto llegó a tal punto que Bono ha terminado por pedir disculpas, pero muy a su estilo: entre comillas y haciendo guiños a su supuesta travesura. ”Los artistas”, dijo, “somos propensos a este tipo de cosas: Una gota de megalomanía, un toque de generosidad, una pizca de auto-promoción…”

¿Y un poderoso componente de pedantería? Hasta aquí el asunto podía despacharse como ególatra y cursi, pero luego vino el ridículo memorable, la vergüenza ajena a tope: “… y profundo temor”, remató Bono, “de que estas canciones en las que vertimos nuestra vida a lo largo de los últimos años quizá no fueran escuchadas.”

Ay no, porfa.

Pongamos a U2 en perspectiva. Han vendido 150 millones de discos, ganado 22 Grammys, y bla bla bla. Son de los pocos grupos que hacen giran mundiales llenando estadios. Bono se entrevista con Primeros Ministros para pedirles que le perdonen la deuda a África, y U2 toca en los actos de Apple.

Es difícil encontrar un grupo que tenga más poder en el panorama pop. Pero resulta que se han dado cuenta de que a mucha gente dejaron de importarle y ahora quiere forzarla a mirar de nuevo en su dirección. Lo cual han hecho muchos artistas a su manera y es válido –– el problema viene cuando la obra sobre la que llaman la atención es mediocre.

U2 tiene tres o cuatro álbumes que el mundillo del rock pop tiene en alta estima. Pero su nuevo álbum confirma lo que se sabía desde hace mucho tiempo: no es que Maná se convirtiera a finales de los años noventa en el U2 en español, sino que a principios de los años dos mil U2 se convirtió en el Maná en inglés: todas sus canciones comenzaron a sonar a lo mismo y a repetir los mismos temas.

¿Qué les ocurrió? Que en algún momento su centro de gravedad cambió. De ser una banda que hacía música, se convirtió en una banda que quería ser El Espectáculo Musical Más Grande de la Historia. En vez de componer canciones, querían grabar himnos; en vez de tener audiencia, querían llenar estadios cada vez más grandes; en vez de vivir de la música, querían ser los más ricos de la industria; en vez de conformarse con ser artistas, decidieron cambiar el mundo.

Y le vendieron su alma al diablo.

Por eso da pena ajena la peregrina razón por la cual Bono cree que sus canciones merecen ser escuchadas, y resulta llamativo que no se plantee que intentar salvar África, acudir como exponente al Foro de Davos, fundar su propio fondo de inversión, y cenar en casa de Presidentes y Primeros Ministros, con todo lo bueno e interesante que pueda ser para el mundo y para él, quizá lo haya dejado sin tiempo ni creatividad para trabajar en su música.

Twitter: @luisalfredops