El desamor

25 de Abril de 2024

Diana Loyola

El desamor

diana loyola

El desamor es un gran tema, vende como pocos, es materia prima de muchísimas novelas, películas, obras… y es común denominador en la humanidad. Explorar la honestidad con la que lo vivimos no es cosa fácil, tendemos a poner delante el ego o todo lo contrario, nos humillamos ante la amenaza de la pérdida. Un pequeño taller que tomé donde vinculaban la escritura con la sanación de emociones, me aclaró mucho el tema, sobre todo por la negación de la que somos presa al atravesar por el rompimiento de un vínculo amoroso. El duelo en el desamor es diferente al duelo de una muerte, aunque en la base son ambas pérdidas dolorosas, en el desamor o ruptura amorosa hay sutilezas que todos vivimos y pocos aceptamos. Comenzando por la fase del ruego, uno espera que el otro recapacite y no nos deje. Se pierde la compostura, el orgullo y hasta la dignidad, intentando todo tipo de argumentos, súplicas, manipulaciones, llantos... tendemos también a demostrarles que nos necesitan, aunque no. Puede que la mayoría neguemos que atravesamos por esa etapa, pero la evidencia demuestra lo contrario. El que abandona padece menos porque la decisión ya está tomada, pero un puente no puede sostenerse de un solo lado, así que al otro no le queda más que reaccionar como mejor le dé el momento. Reaccionar, más que responder, dado lo emocional de la situación es difícil hacer más. Al final, y por más esfuerzos que hayamos invertido, el que quiere irse, se va, en el mejor de los casos avisándonos que ya no nos quiere en su vida. Después pasamos a la etapa de racionalización, esa en la que las personas tendemos a repasar una y otra vez la historia compartida, a preguntarnos en qué nos equivocamos, en qué no fuimos suficientes, la culpa ahoga, crece, nos pasamos las horas y los días en cuestionamientos incesantes, encontrando posibles motivos y sintiéndonos responsables de que nos hayan abandonado. Es fácil colgarnos falsas etiquetas y creer que somos demasiado demandantes, intensos, celosos, torpes… La corresponsabilidad queda en un segundo plano y perdernos en el laberinto de las nostalgias, los recuerdos y los estalkeos, nos hace más daño que bien. Buscamos con la esperanza de saber que aún nos piensan. La autocompasión y la autocrítica se turnan para darnos fuetazos emocionales y el avance hacia el perdón a sí mismo, es lento y desgastante, cual si remásemos en un lago de cajeta. Nos abandonamos un poco, o un mucho, y es la etapa del llanto incontenible, de los ojos llenos de noches sin dormir, de la desesperanza y la renuncia a volver a amar. Llega la etapa del odio y/o de la falsa indiferencia, pretendemos habernos recuperado de la pérdida, fingimos estar fuertes y no extrañar más al otro. Es un periodo que atravesamos agarrados al ego y protegiéndonos del dolor que todavía sentimos. Aquí es donde estamos con el orgullo bien puesto y negamos cualquier nostalgia que nos embista. Nos sentimos enojados con ellos, con nosotros por haber escogido amarlos y por habernos expuesto todos. En el peor de los escenarios, odiamos también a los terceros en cuestión. Este ciclo nos carga de enojo y por lo tanto, nos prepara para soltar el vínculo, el enojo es energía e instinto de supervivencia, es el impulso necesario para lanzarnos al futuro, a rearmarnos y reconectarnos con lo que somos en esta nueva circunstancia. Evitar esta fase, o encontrar en otra relación el atajo para sentirse mejor, es casi como meternos el pie, porque no cerramos correctamente la relación y las consecuencias son muchas. Ser honestos con lo que sentimos y con lo que pensamos nos da la ventaja de la conciencia, de estar más alineados y ser más congruentes. Caminemos tranquilos por nuestros paisajes internos y vivamos las etapas de los duelos sin darles la vuelta. Seguro nos va mejor. @didiloyola