Periodismo y futuro

16 de Abril de 2024

Héctor J. Villarreal Ordóñez

Periodismo y futuro

Si el periodismo selecciona los asuntos de los cuales informa con criterios distintos al interés de su audiencia, la está engañando; si no da cuenta de la diversidad social y procura reflejar los enfoques múltiples y discordantes, es poco útil a la democracia; si los periodistas no confrontan al poder, no investigan con independencia y autonomía, y no son críticos de quienes toman las decisiones públicas, son poco honestos e incumplen su función social.

El periodismo de investigación visibilizó en los años recientes en México numerosos escándalos, especialmente en materia de corrupción. Sin esas notas y reportajes, el ánimo social vigente en julio de 2018 no habría existido y quizá Andrés Manuel López Obrador jamás hubiera ganado la Presidencia. El enojo colectivo que hasta hoy impregna el ambiente explica en alto grado el resultado de esa elección, la conformación actual del Congreso y el desenlace de varios comicios locales. Pero esta semana el presidente ha dicho que en 25 años no hubo periodismo de investigación en el país.

Artículo 19 cuenta 127 periodistas asesinados en México de 2000 a la fecha. 47 de ellos murieron durante el gobierno de Peña Nieto y siete en la administración de López Obrador. Sin embargo, cuando el Presidente habla de persecución y censura se manifiesta preocupado y ocupado en el asunto de José Gutiérrez Vivó, quien, según él, fue desterrado y vive hoy de manera lamentable. El conductor por décadas del noticiario radiofónico Monitor y protagonista de un fallido proyecto editorial del mismo nombre, dijo en 2010 que vive en Estados Unidos, tras perder diversos juicios con Grupo Radio Centro y dejar numerosas deudas en México.

El Presidente regaña a los medios que “no se portan bien” con él y no militan en lo que llama “transformación”. Norberto Bobbio escribió en Democracia y secreto que no hay democracia sin opinión pública, sin formación de un público que reivindique el derecho a ser informado sobre las decisiones de interés colectivo y a expresar sobre ellas su libre crítica.

Para el filósofo italiano, la anulación de ese derecho destruye un pilar que sostiene al gobierno en democracia y busca hurtar las acciones del poder público a todo control democrático. En el Estado despótico, apunta, “el soberano mira sin ser visto”.

A López Obrador y a buena parte de sus seguidores les molesta el escrutinio, les irritan las preguntas, les enoja el periodismo. Cifras del INAI, según Reforma, revelan que las negativas de datos de la Presidencia en el primer semestre de este año triplican el índice los últimos 12 meses del gobierno pasado y el promedio desde que entró en vigor la Ley de Transparencia en 2003.

El Presidente no concibe al periodismo como una actividad moderna para apuntalar la democracia. Eso es trágico en México, donde el aprecio social por la función periodística es de por sí bajo y las condiciones para su ejercicio son adversas. López Obrador reclama un periodismo militante de su movimiento, que “tome partido”, publique sus datos y haga eco de su maniquea versión de la realidad; que fustigue a sus adversarios, lo elogie a él y reproduzca sus pontificaciones matutinas.

El Presidente dice ejercer su derecho de réplica, pero en los hechos busca acallar toda crítica. No contesta preguntas, repite consignas y sugiere al periodismo un futuro basado en el siglo XIX. López Obrador descalificó esta semana a Reforma, Proceso, el Financial Times y Sin Embargo. En contraparte, ofrece lo que hoy queda de Notimex y presenta en Palacio Nacional a Sanjuana Matínez como “extraordinaria periodista y muy buena servidora pública”. El mensaje es claro y el peligro está a la vista.